Una sucesión de huracanes inusuales golpeó con una fuerza brutal al continente en sólo un par de semanas. Harvey e Irma dejaron ciudades sumergidas bajo el agua, daños graves en hogares e infraestructura e incluso la pérdida de vidas; mientras que Lidia, Katia y José llegaron con lluvias intensas que provocaron inundaciones y otros daños. ¿Cómo es que estos fenómenos tomaron tanta fuerza? El cambio climático es una gran parte del problema.
Los huracanes Harvey e Irma son ejemplos de lo que una tormenta alimentada con suficiente combustible puede hacer: territorios inundados, deslaves, inmuebles dañados, muertes y miles de afectados.
En este caso, es el cambio climático el que da energía a los huracanes y les agrega potencia. Lo hace al aumentar la temperatura del aire y producir a su vez mayor humedad, de la cual se alimentan las tormentas, haciéndose por tanto más intensas y realmente violentas.
Además, el calentamiento global ha acelerado el deshielo en las regiones más gélidas del mundo. Y el derretimiento de glaciares ha hecho que el nivel se eleve. En los últimos 20 años, el nivel del mar ha aumentado anualmente 3,2 milímetros. Esto, sumado al aumento de la temperatura en los océanos, que deriva en mayor humedad, significa más potencia disponible para los huracanes, que también obtienen energía de los océanos.
Sin embargo, los huracanes no son fenómenos aislados. América Latina se enfrenta año tras año a una serie de catástrofes naturales que el cambio climático agrava, de la más variada naturaleza. Al ser una región vulnerable, los daños causados son también más intensos.
Eventos relacionados con el clima extremo, la crisis del agua, los desastres naturales y la capacidad para sobrellevar los efectos del cambio climático, son los riesgos con mayor impacto a nivel mundial este año, según el Informe de Riesgos Globales 2017 del Foro Económico Mundial.
Estos riesgos ya se viven en América Latina, donde la vulnerabilidad ambiental es un hecho. Revisemos algunos ejemplos recientes ocurridos en diferentes países:
La ola de sucesos climáticos extremos a lo largo de la región y del mundo debería ser visto como un llamado a la acción. Gobiernos y ciudadanos deben actuar juntos para buscar soluciones y reducir la emisión de gases de efecto invernadero.
Los gobiernos deberían orientar sus esfuerzos a:
Todos podemos contribuir a la lucha. Acciones cotidianas como un consumo responsable de agua y energía, usar menos el automóvil, reciclar y cambiar nuestros hábitos de consumo dañinos para el ambiente, hacen una gran diferencia.
AIDA trabaja junto con gobiernos, organizaciones y comunidades para promover en América Latina un desarrollo compatible con los retos impuestos por el cambio climático.
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