América Latina depende profundamente del carbón, el gas y de la energía hidroeléctrica. Y los gobiernos de la región continúan expandiendo la minería, el fracking y la construcción de represas. Estas industrias anticuadas destruyen ecosistemas locales, desplazan a comunidades enteras y agravan el cambio climático. Vislumbramos un continente impulsado por sistemas de energía limpios y sostenibles que respeten la integridad climática y los derechos humanos.