“Partir sin regreso es doloroso”, dice con nostalgia Flower Arias Rivera, de 58 años. No quiere dejar su tierra. Hacerlo significa dejar atrás su identidad y su historia.
Flower es de Boquerón, un pueblo de cerca de 900 habitantes del municipio La Jagua de Ibirico, situado al noroeste de Colombia, en el departamento de Cesar. Sus antepasados, afrodescendientes, fueron los primeros habitantes de ese poblado y de otros de la zona. Vivían de la ganadería y del cultivo de arroz.
Pero las tierras de Boquerón, alguna vez fértiles, fueron reemplazadas hace más de 30 años por minas de carbón de grandes corporaciones.
Desde entonces, el pueblo fue absorbido por el carbón y por los daños que su explotación deja: emisión de partículas contaminantes en el aire en grados altamente peligrosos para la salud, así como el uso excesivo del agua de ríos y otras fuentes naturales.
Por ello el gobierno ordenó en 2010 que las empresas trasladen a los habitantes de Boquerón a otro sitio.
Eso todavía no pasa. Por el contrario, a Boquerón llegan con frecuencia nuevas familias que buscan recibir dinero como indemnización cuando la reubicación ocurra.
“Queremos que mueven las minas, que nos dejen de contaminar”, dice Flower, uno de los líderes más importantes de su comunidad, cuyos miembros resisten pacíficamente el traslado en medio de enfermedades respiratorias y en la piel causadas por el aire contaminado.
Flower no es un líder convencional. Habla bajito y sonriendo. Su piel negra contrasta con su cabello blanco. Es dulce y está lleno de calma, pero sobre todo de fe y esperanza.
Lo conocí hace dos meses cuando participó, junto con líderes de otras comunidades, en un foro de discusión pública organizado por Tierra Digna, CENSAT Agua Viva, la Universidad del Magdalena, AIDA, la Red por la Justicia Ambiental en Colombia, y la Fundación Rosa Luxemburgo.
En el evento se discutieron los factores necesarios para que Colombia deje de basar su economía en la explotación de carbón y opte por alternativas energéticas respetuosas con el clima y con las personas. También se debatió sobre rol de cada uno de los actores involucrados en esa urgente tarea.
“El carbón no nos ha dejado nada, solo tristezas”, lamenta Flower.
Colombia es el cuarto país que más exporta carbón en el mundo. Por tanto, tiene el compromiso ético y moral de reducir sus emisiones de dióxido de carbono, aquellas responsables de gran parte de la crisis climática que sufrimos actualmente.
En AIDA seguiremos apoyando la articulación de esfuerzos hacia una América Latina libre de carbón.
Para finalizar, quiero compartir un poema escrito por Flower. En él expresa la añoranza y el amor por su tierra, y su temor por “la maldita piedra negra”:
Boquerón del alma mía
Terruño de mis entrañas
Estoy perdiendo mi alegría
Mis costumbres y mis esperanzas
Camino lento y con tristeza
Con solo pensar en tu partida
Historia mía, historia tuya
Es como un llanto en noche buena
Quisiera morirme en tus recuerdos
Donde viví muchas nostalgias
De amores y vivencias de este mundo
Cómo te llevo Boquerón en el alma
Voces de recuerdos se escuchan a lo lejos
De un niño y un viejo
Como añorando el pasado
De Boquerón y sus hermosos tiempos
Partir sin regreso es doloroso
Y un diciembre sin ti es morir
Como regresar después a pajuil
Cuando mis zapatos se han roto
Ya inerme camina un boqueronero
Y la historia del tucuy, el manantial y la lomita está muriendo
Hoy hasta el mismo cielo está llorando
En gotas de agua convertidas en desespero
Quisiera regresar a las faldas de mi madre
Como cuando niño me escondía debajo de ella
Escucho a lo lejos la voz del patriarca Rivera Ángel
Que desde su tumba como deseando una esperanza
Adiós diablito caño, palma y paralú
donde di mi grito de libertad y olvidé mi esclavitud
de mi raza palenquera y también de chambacú
y olvidé por mis ancestros lo juro por ese cielo azul
Maldita piedra negra
Que hizo cambiar mi historia
Un humilde pueblo llora
La funesta partida de toda una vida