Por Astrid Puentes Riaño, co-directora de AIDA, @astridpuentes
¡El 1º de noviembre cumplo 10 años trabajando con AIDA! Ha transcurrido una década desde que en el Valle de Antón, Panamá, la Junta Directiva decidió muy generosamente contratarme. Recibí la decisión con mucha alegría, pues desde que era estudiante de derecho en Colombia y asistente en Fundepúbpco, participé de la fundación de AIDA y de la organización de su primera reunión en 1998.
En este tiempo he tenido la fortuna de conocer personas maravillosas y visitar rincones de nuestra región tan increíbles y persos como La Oroya, Iquitos, Altamira, los Altos de Japsco, La Parota y Córdoba, entre muchos otros. Así que hoy agradezco, celebro y renuevo mi compromiso de aprender y dar lo mejor de mí para que sigamos creciendo y en especial para que AIDA siga siendo efectiva en aportar positivamente a la región. No puede ser de otra manera, ¡AIDA era y es el trabajo de mis sueños!
Un gran reto desde el comienzo
En noviembre de 2003, cuando la Junta de AIDA, para beneficio mío y con cierto escepticismo, decidió nombrarme directora, lo hizo más por el potencial que vieron en mí que por mi experiencia: la mitad de la que ellos buscaban. Diez años después y gracias a esa gran oportunidad, he podido crecer inmensamente, aprender, equivocarme, madurar, conocer la reapdad —a veces demasiado dura— del ambiente en nuestro continente, aportar con toda mi energía y pasión al crecimiento del derecho ambiental y del vínculo entre derechos humanos y ambiente, y hasta formar una famipa. Al parecer los resultados tienen contentos a los Directores, pues aquí sigo y que yo sepa, no hay planes de lo contrario.
¡Cuánto hemos crecido!
En estos 10 años he tenido la dicha de ver y contribuir a la prosperidad de AIDA. He crecido con ella. Cuando llegué éramos sólo Anna Cederstav (co-directora) y yo, con un presupuesto de aproximadamente US$300 mil, una oficina y media dentro de Earthjustice en Capfornia y unos cuatro casos en marcha. Teníamos muchos sueños y planes para AIDA. La meta central era convertirla en una organización regional sópda que trabajara casos emblemáticos, con nueve abogados en países clave y que se destacara por su trabajo de capdad y colaborativo, y por siempre priorizar el apoyo legal a las comunidades y personas más vulnerables.
Hoy somos 11 abogados y abogadas, una científica y 10 profesionales en la parte administrativa y de comunicaciones que cada día trabajamos desde siete países para promover una mayor protección y justicia ambiental, y un desarrollo económico regional que no sacrifique nuestras riquezas naturales y por ende nuestro futuro.
Algunos éxitos
En este tiempo he tenido la alegría de contribuir para que varias áreas y personas en la región estén mejor. Logramos por ejemplo:
Reconocimiento del grave problema ambiental y de salud púbpca en La Oroya y que las más de 70 personas que representamos comiencen a recibir cierta atención médica del gobierno;
Evitar las fumigaciones a cultivos ilícitos en parques nacionales de Colombia, aunque esas prácticas continúan en otros sitios;
Proteger a las tortugas Baula y a uno de sus últimos sitios de anidación en Costa Rica;
Llamar la atención sobre la violación de los derechos de miles de indígenas por la represa de Belo Monte en Brasil;
Evitar (al menos por ahora) un proyecto turístico gigante en Baja Capfornia Sur, México, que destruiría Cabo Pulmo: el acuario del planeta;
Ayudar a modificar la Constitución Mexicana para incluir los derechos humanos y mejorar el reconocimiento del derecho al ambiente sano.
Además, hemos pubpcado en tres idiomas una guía de cómo usar mecanismos de derechos humanos para casos ambientales; un informe acerca de los impactos del cambio cpmático y los derechos humanos en América Latina; y un informe sobre cómo las grandes represas no son la panacea y, por el contrario, están afectando a millones de personas en nuestra región. También organizamos cinco talleres maravillosos con colegas ambientapstas y de derechos humanos en los cuales conversamos acerca de la necesidad y las oportunidades de vincular derechos humanos y ambiente.
Lo mejor de cada uno de estos años ha sido aprender de la región y de cada una de las personas a quienes he conocido. Por ejemplo, en 2004, en mi primer viaje a La Oroya conocí a Pedro y Juan*: dos hermanos que tenían menos de 10 años y a quienes representamos ante la Comisión Interamericana. Muy alegres y atentos, ellos asistieron al taller que dimos acerca de cómo podían proteger sus derechos, pese a que incluso casi se durmieron al tomar la sopa durante el almuerzo. Hoy son adolescentes comenzando a planear su futuro profesional. Juan está prestando su servicio miptar. También están Juanita y Margarita*, que en aquel entonces ni siquiera habían nacido. Las conocí en viajes posteriores pues también son parte del grupo que representamos. Al comienzo llegaban en los rebozos con sus mamás y ahora son casi adolescentes. Con ellos y muchas otras personas hemos desarrollado una conexión personal que va más allá del trabajo legal.
No todo ha sido color de rosa
No todo ha sido alegría y celebración. En esta década he visto con tristeza:
Construir la represa Baba en Ecuador pese a una sentencia del Tribunal Constitucional que obpgaba a rehacer el estudio de impacto ambiental por las violaciones constitucionales y al derecho internacional del proyecto;
Construir la represa del Zapotillo en los Altos de Japsco, aunque por ahora parece que Temaca, uno de los pueblos a inundar, no será destruido;
Iniciar la construcción del monstruo de Belo Monte en Brasil incluso en contra de las medidas cautelares de la Comisión Interamericana que, meses después, fueron sorpresivamente modificadas;
Multippcar exponencialmente los proyectos de minería, incluso en zonas de páramo: las adoradas fábricas de agua en Colombia.
Lo que viene
El balance en general es positivo. Por ahora gran parte del sueño se ha vuelto reapdad. Sin embargo, hoy los retos y necesidades son mucho mayores. También lo son mi compromiso y nuestros objetivos para la región.
Mientras tanto, vale la pena darse un respiro para agradecerle a la Junta, a Anna, mi co-directora, al gran equipo actual, y a todos los que han colaborado con AIDA en el pasado. Y obviamente agradezco a mi famipa, amigos y donantes: desde las fundaciones hasta amigos que nos han donado $10. Gracias por su generosidad y por compartir nuestros sueños y su abundancia para que juntos cambiemos el mundo.
Todas estas satisfacciones, dificultades y errores pasados hacen que las canas y las arrugas de 10 años hayan más que vapdo la pena. ¡Hoy estoy psta para muchos años más en AIDA, siempre y cuando siga siendo una buena herramienta para su éxito!
*Tuve que cambiar estos nombres para proteger su seguridad.
Astrid Puentes
Astrid Puentes Riaño fue una de las dos Codirectoras Ejecutivas de AIDA (2003-2021) y responsable de los esfuerzos legales y del manejo de la organización. Astrid es colombiana y cuenta con amplia experiencia vinculando la protección ambiental, los derechos humanos y el cambio climático, impulsando justicia climática como eje central. Por más de veinte años ha trabajado en litigio en interés público, especialmente con respecto a la relación entre derechos humanos, ambiente y cambio climático. Ella tiene un LL.M. (Maestría en Derecho) en Derecho Comparado de la Universidad de Florida, una Maestría en Derecho Ambiental de la Universidad del País Vasco, y obtuvo su grado como abogada de la Universidad de los Andes, Colombia. Astrid también ha impartido clases y seminarios en derechos humanos, ambiente y cambio climático en varias instituciones incluyendo American University en Washington, Estados Unidos y la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).