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Victoria: Ecuador ordena el fin de la contaminación por producción de aceite de palma

Las plantaciones de palma aceitera están amenazando la biodiversidad del Chocó, un antiguo bosque en Ecuador. Las empresas a cargo de esos cultivos han causado la destrucción masiva del bosque, poniendo en peligro a especies raras y desplazando a los agricultores locales. En Septiembre de 2007, la Corte Constitucional ordenó la remediación del daño y la rendición de cuentas por el mismo.

El dictamen vino un año después de que AIDA se uniera a ECOLEX, su socio ecuatoriano, para documentar y arrojar luces sobre los impactos negativos del cultivo de palma aceitera en Ecuador. Los desechos provenientes de las plantaciones, incluyendo pesticidas y químicos peligrosos, contaminaban ríos y cursos de agua cercanos. Esto dañaba a peces y plantas, y afectaba significativamente la salud y los medios de subsistencia de las comunidades locales.

La evidencia fue lo suficientemente convincente para llevar a ECOLEX a presentar, en Septiembre de 2006, una demanda constitucional contra el Ministerio del Ambiente y los propietarios de las plantaciones para proteger el derecho humano a un ambiente sano. AIDA apoyó la acción legal de ECOLEX con argumentos de derecho ambiental internacional.

Al año siguiente, la Corte Constitucional (el más alto tribunal de Ecuador) ordenó al Ministerio remediar los daños causados por las plantaciones de palma aceitera y tomar medidas para controlar y mitigar daños futuros y potenciales.

Poco después, el Ministerio presentó una apelación, pero la misma no fue exitosa. La Corte Constitucional reiteró su decisión original.

Esa decisión es una victoria importante para quienes sufrieron por el cultivo irresponsable de palma aceitera en Ecuador. Más importante aún es que el alto tribunal estableció un precedente legal que puede ser utilizado por los tribunales ecuatorianos menores al decidir sobre casos ambientales. Con este triunfo, AIDA buscará más oportunidades para proteger la riqueza natual de Ecuador.


Arrecifes de coral

Guía de Buenas Prácticas de Regulación para la Protección de Arrecifes de Coral

Esta Guía de Buenas Prácticas brinda ejemplos de herramientas efectivas de regulación para proteger arrecifes de coral. Estas herramientas pueden ser adaptadas a las circunstancias de jurisdicciones diversas en las que los arrecifes están en riesgo. No es una lista completa de buenas prácticas, sino más bien una compilación de abordajes que países alrededor del mundo han implementado para regular las actividades humanas que dañan a los arrecifes de coral.  Esta Guía presenta herramientas y prácticas legales y de regulación básicas. Éstas pueden ser modificadas, mejoradas, fortalecidas y aplicadas de acuerdo con circunstancias únicas y con los objetivos de cada país que busca implementar protecciones más fuertes para sus recursos de arrecifes de coral.     Descarga la guía Descarga el resumen ejecutivo  

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¡Qué el nuevo acuerdo climático ayude a cumplir los compromisos existentes!

Los gobiernos del mundo trabajan en el texto de negociación de un nuevo acuerdo global para combatir el cambio climático, el cual será suscrito en diciembre, durante la Conferencia de París de la Convención Marco de Naciones Unidas sobre el Cambio Climático de, y entrará en vigencia el 2020. En AIDA abogamos para que el nuevo acuerdo climático sea un instrumento que permita afrontar de forma adecuada los cambios extremos en el clima y sus efectos, especialmente en los países más vulnerables. “Queremos que el nuevo acuerdo climático ayude a implementar los acuerdos existentes de forma efectiva y que fortalezca los compromisos asumidos por los países en la Convención Marco de Naciones Unidas sobre Cambio Climático; no podemos comenzar de cero y el nuevo acuerdo no debe reemplazar a la Convención, sino mejorar su implementación”, afirma Andrea Rodríguez, abogada sénior de AIDA. Con miras a la Conferencia de París, los delegados de diferentes países se reúnen para trabajar en los elementos que servirán como base del “paquete de París”. El paquete incluye un nuevo acuerdo climático (compromisos generales) y una decisión (disposiciones que podrían cambiar con el tiempo), instrumentos que servirán para implementar las obligaciones adoptadas bajo la Convención. La siguiente reunión se realizará en Bonn, Alemania, del 31 de agosto al 4 de septiembre. A fin de aportar positivamente a la construcción del texto de negociación del nuevo acuerdo climático y del texto de la decisión, AIDA elaboró comentarios dirigidos a los negociadores y orientados a fortalecer dos temas clave: el financiamiento de las actividades para combatir el cambio climático, y la protección de los derechos humanos al llevar a cabo dichas actividades. En cuanto al financiamiento climático, los comentarios enfatizan la necesidad de que el nuevo acuerdo climático ayude a movilizar esos recursos económicos de forma efectiva, adecuada, suficiente y predecible, estableciendo compromisos en términos concretos como de responsabilidades y plazos. Sobre el segundo punto, en los comentarios pedimos que en el acuerdo de París los países se comprometan a proteger los derechos humanos en todas las acciones relacionadas con el cambio climático, un compromiso que ya asumieron en los Acuerdos de Cancún de 2010 y que debe ser reafirmado en el nuevo y jurídicamente vinculante acuerdo climático para asegurar su cumplimiento. Los países ya se han comprometido a dar 100 mil millones de dólares para la lucha contra el cambio climático a partir del 2020. “La decisión sobre financiamiento climático a tomarse en París debe entonces dar certeza de que los países harán los esfuerzos necesarios para garantizar el cumplimiento de ese compromiso a partir del 2020; de ese modo será posible confiar en que el nuevo acuerdo climático funcionará realmente”, explica Rodríguez. ¡Conoce más de nuestros comentarios (en inglés) sobre financiamiento climático y derechos humanos para el nuevo acuerdo climático!

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Peru child

La indiferencia por la vida y la salud en Perú

Por María José Veramendi Villa, @MaJoVeramendi En Perú, cada año mueren alrededor de 400 niños y niñas a causa del frío. Supe de esas dramáticas cifras hace unas semanas cuando leí una columna titulada Morir de indiferencia, escrita por la congresista Verónika Mendoza. Me pregunté entonces con verdadera indignación: ¿Cómo es posible que los niños y niñas mueran de frío en un país que se vanagloria por sus riquezas mineras, su gran atractivo para la inversión extranjera, su potencial turístico y culinario, y por ser sede de eventos mundiales importantes como la Conferencia de Estados Parte de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático? Además de la falta de voluntad política de nuestros gobernantes, preocupados más por lucir bien en las fotos de los grandes eventos, encontré la respuesta en una párrafo clave de la columna de Mendoza: “¿De dónde podría emanar esa voluntad política si a nadie conmueve, a nadie indigna que mueran esos niños, quizás porque suelen estar ‘lejos’, suelen ser campesinos, suelen hablar quechua o aymara?” Lamentar antes que prevenir El 18 de julio de 2015, el gobierno emitió un Decreto Supremo para declarar Estado de Emergencia en algunos distritos y provincias del país debido a las heladas. El primer párrafo del decreto menciona que “todos los años y de manera recurrente, entre los meses de mayo a setiembre, se presentan en nuestro país fenómenos meteorológicos relacionados con bajas temperaturas, como son las heladas en nuestras zonas altoandinas, observándose en las últimas temporadas manifestaciones extremas de dichos fenómenos meteorológicos con temperaturas muy por debajo de los 0ºC…”. Si los fenómenos climáticos ocurren cada año, ¿por qué no prevenir sus impactos? En 2004, información del Tyndall Centre de la Universidad de Manchester dio cuenta que Perú es el tercer país más vulnerable a los efectos del cambio climático, la causa principal de fenómenos como las heladas cada vez más intensas. Indiferencia ante la vulneración de derechos humanos La indiferencia en Perú no sólo se manifiesta en los niños y niñas que mueren de frío en comunidades alejadas, sino también La Oroya, ciudad ubicada a sólo 175 kilómetros de Lima. Allí y en un contexto de contaminación industrial extrema, la población, incluidos niños y niñas, sufre hace muchos años la violación de su derechos a la vida y a la salud. El 11 de agosto pasado, un paro organizado por los trabajadores del Complejo Metalúrgico de La Oroya y el consecuente cierre de la carretera central, la vía más importante de acceso al centro del país, encendió las alarmas de la ciudad, pero no aquellas que nos deberían alertar cuando se sobrepasan los límites de contaminación, sino las de una demanda social largamente desatendida. El Complejo Metalúrgico, propiedad de la empresa Doe Run Perú, está a la venta y en proceso de liquidación. De acuerdo con información hecha pública, ningún interesado presentó una oferta económica por considerar que los estándares ambientales peruanos son muy estrictos. En respuesta, los trabajadores tomaron la carretera exigiendo al Estado flexibilizar dichos estándares para que el complejo sea vendido y ellos conserven su fuente de trabajo.  Las medidas de protesta dejaron como saldo un muerto y más de 60 heridos. Fueron levantadas tras la firma de un acuerdo de cinco puntos, el cual no hace referencia a los derechos a la vida y la salud de la población de La Oroya. En una ciudad que ha sido contaminada sin control durante más de 90 años, la empresa Doe Run Perú ha logrado prórrogas continuas para cumplir con sus obligaciones ambientales. En julio de 2015, obtuvo una nueva prórroga de 14 años para que el complejo cumpla con los estándares ambientales. Pero ¿qué pasa con la vida y la salud de las personas? El Estado no ha hecho que los estándares ambientales se cumplan en La Oroya. Tampoco ha salvaguardado plenamente la salud de sus pobladores: Los estados de alerta de calidad de aire no se activan adecuadamente. El centro de salud y los médicos a cargo de la estrategia de metales pesados son escasos y enfrentan el riesgo constante de que quedarse sin recursos para seguir trabajando. El Estado insiste en solicitar el levantamiento de las medidas de protección de la vida y la salud que la Comisión Interamericana de Derechos Humanos ordenó en 2007 a favor de un grupo de pobladores de La Oroya. Alzando la voz Los niños y niñas son más vulnerables al frío como lo son a los efectos de la contaminación industrial. Sin embargo, el Estado sólo interviene en su ayuda en momentos de crisis o cuando ya es demasiado tarde. Suena a cliché, pero los niños y niñas son nuestra esperanza. ¡Hagámonos escuchar para que no mueran de frío y para que no los intoxiquen! De no hacerlo, seremos también víctimas de la enfermedad de la indiferencia.

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