Cetáceos y salmonicultura: ¿Cómo impacta la industria a nuestros gentiles gigantes marinos?
Chile es por naturaleza un país de cetáceos. De las 94 especies de cetáceos existentes en el mundo, 43 tienen su hábitat en las aguas del país. Y 26 de ellas, un 28% del total mundial, habitan la Patagonia. Pero Chile es también, desde hace poco, un país de salmones, ocupando el segundo lugar en producción mundial, solo superado por Noruega. La superposición de la industria salmonera con el hábitat de estos emblemáticos mamíferos marinos representa una amenaza significativa para los cetáceos en Chile de la cual no se conoce suficiente.
Los recientes sucesos de muertes de ballenas en zonas protegidas de los mares australes chilenos nos obligan a preguntarnos por qué están muriendo y cómo les afecta esta creciente industria con la que comparten hábitat.
La sociedad civil está reaccionando. A comienzos de noviembre de 2024, Greenpeace —junto con la comunidad Kawésqar Grupos Familiares Nómadas del Mar y con el respaldo de AIDA— presentó dos querellas criminales contra quienes resulten responsables de la muerte de ballenas jorobadas al interior de áreas protegidas.
Estas acciones legales, que ya fueron declaradas admisibles, representan un hito inédito en la historia penal del país pues en ellas se utilizan por primera vez las modificaciones introducidas por la Ley 21.595 de Delitos Económicos y Medioambientales al Código Penal para iniciar una querella por posibles infracciones ocurridas al interior de áreas protegidas.
En este contexto, AIDA, junto con Greenpeace y ONG FIMA —aliadas históricas en la resistencia a la expansión de la salmonicultura en las aguas de la Patagonia chilena—, encargaron un informe científico —denominado "Cetáceos y salmonicultura: Desafíos para la protección de la biodiversidad marina en la Patagonia chilena" y disponible por ahora como resumen ejecutivo— para poner sobre la mesa la información disponible sobre los impactos de la salmonicultura en los cetáceos de la Patagonia chilena. Los resultados son alarmantes: se identificaron riesgos graves, además de una falta de datos que dificulta entender la magnitud y consecuencias de las amenazas.
Uno de los impactos más evidentes es la captura incidental de pequeños y grandes cetáceos en los centros de cultivo. Existen casos documentados de enmallamiento y muertes, aunque la falta de registros oficiales dificulta dimensionar la gravedad del problema.
El intenso tráfico marítimo en la Patagonia, vinculado en gran parte a la industria salmonera, representa otra amenaza significativa. Aunque en Chile no existen cifras oficiales al respecto, hay evidencia de muertes y lesiones graves resultantes de colisiones entre embarcaciones y cetáceos. Además, el ruido submarino generado por los motores de las embarcaciones afecta la salud y bienestar de los cetáceos, que dependen del sonido para comunicarse y orientarse.
A estos se suman otros problemas de la industria, cuyos efectos sobre ballenas y delfines no han sido suficientemente estudiados, pero que debemos considerar mientras se generan los estudios pertinentes. Uno de ellos es la fuga de salmónidos, que compiten con las especies nativas por los recursos alimenticios y posiblemente les transmiten enfermedades que podría afectar sobre todo a los cetáceos más pequeños, por la reducción en la disponibilidad de presas que les sirven de alimento. La contaminación por microplásticos, originada en un 40% por los centros de cultivo de salmones, representa otra preocupación ambiental poco investigada respecto de su impacto en los cetáceos. Y el uso excesivo de antibióticos en la salmonicultura chilena, una de las tasas más altas del mundo, podría estar teniendo efectos indirectos negativos en los ecosistemas que son hábitat de estos mamíferos marinos.
Finalmente, uno de los impactos ambientales más significativos de la industria salmonera en los hábitats de la Patagonia chilena es la generación de hipoxia y anoxia, debido al exceso de materia orgánica de los centros de cultivo, proveniente de las fecas de los salmones y de la comida no consumida que cae al lecho marino. La degradación de esta materia consume el oxígeno del agua, generando zonas en el mar donde la vida se dificulta o imposibilita.
Esperamos que este informe llene el vacío de información que, ante las recientes muertes de ballenas, se ha vuelto incómodo y hasta insostenible.
Con esta evidencia podremos impulsar una respuesta del gobierno hacia la rápida implementación de medidas de protección efectivas para los cetáceos, aún en un escenario de conocimiento limitado.
Chile es país de cetáceos, y como sus guardianes, debemos asegurar que nuestras aguas sean un espacio seguro para su desarrollo y bienestar.
Lee y descarga el resumen ejecutivo del informe
Florencia Ortúzar Greene
Florencia Ortúzar es la directora interina del Programa de Clima de AIDA, trabajando desde Santiago de Chile. Es abogada por la Pontificia Universidad Católica de Chile y cuenta con una Maestría en Políticas de Medio Ambiente y Regulación por el London School of Economics de Inglaterra. Florencia se unió al equipo de AIDA en mayo de 2012 y colabora con los programas de Clima y de Ecosistemas. Florencia disfruta pasar tiempo con sus mascotas, cocinar, acampar y realizar senderismo (trekking).