El informe climático del IPCC: la ciencia habló y debemos actuar ahora | Interamerican Association for Environmental Defense (AIDA) Skip to content Skip to navigation
22 de Octubre de 2018

Lo ha dicho la comunidad científica internacional: lo único que nos puede salvar de una catástrofe climática es un cambio radical e inmediato. Los próximos once años son los más importantes en la historia del planeta al respecto. La respuesta que se le dé a este llamado determinará el futuro de muchas personas.

En su más reciente análisis, el Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático de Naciones Unidas (IPCC por sus siglas en inglés), establece los impactos que podrían ocurrir si la temperatura promedio del planeta supera los 2°C, y los compara con los que ocurrirían si logramos frenar el calentamiento o al menos evitar que sea mayor a 1.5°C.

El Acuerdo de París, acuerdo internacional para frenar el cambio climático vigente desde 2016, establece como objetivo mantener el aumento de la temperatura muy por debajo de 2ºC con respecto a los niveles preindustriales, y continuar los esfuerzos por limitarlo a 1.5ºC.

Los impactos del calentamiento global

Las conclusiones de los expertos son tajantes: esos 0.5° C extra serían letales para millones de personas y sus formas de vida. Con un calentamiento de 2°C o más, se espera:

  • más y peores olas de calor, sequías e inundaciones;
  • que el mar suba 10 centímetros más de lo que subiría si el calentamiento llega sólo a 1.5ºC, lo que implica inundaciones costeras y filtración de agua de mar a zonas agrícolas y fuentes de agua dulce, una cuestión de vida o muerte para unos 10 millones de personas;
  • con respecto a la biodiversidad, que el riesgo de perder la mitad de su hábitat se duplique para plantas y vertebrados, y que se triplique para insectos, considerando a las más de 100 mil especies estudiadas;
  • la desaparición de más del 99% de los arrecifes de coral, pero podremos salvar entre 10 y 30% de lo que queda si estabilizamos el termómetro del planeta para que no supere los 1.5°C;
  • que aumente el alcance de los mosquitos que transmiten enfermedades como la malaria y el dengue; y
  • estragos en los cultivos y ganadería, afectando severamente la seguridad alimentaria mundial.

Y ¿cómo estamos? No muy bien.

El planeta se ha calentado ya en 1°C desde antes de la era industrial y en 2017 las emisiones contaminantes responsables de ese calentamiento subieron nuevamente.

Los compromisos actuales hechos por los países para cumplir con lo establecido en el Acuerdo de París no son suficientes. De quedarnos en ellos, llegaríamos a los 3°C en 2030, con consecuencias que es mejor ni imaginar por ahora.

Cambiemos nuestro destino climático

¿Qué hay de las soluciones? Lograr que la temperatura del planeta no pase de los 1.5°C es posible, pero requiere cambios sin precedentes.

Para lograrlo, las emisiones deberían bajar en 45% entre 2010 y 2030, y deberían llegar a cero emisiones netas para 2050. Esto quiere decir que no se emita más de lo que los bosques y sumideros naturales de carbono puedan capturar.

Ello requiere:

  • que las industrias más contaminantes, particularmente las productoras de combustibles fósiles, hagan cambios radicales;
  • que la energía renovable sea la norma para el 2050 (entre 70 y 85% del total);  
  • que las plantas generadoras de energía a carbón desaparezcan;
  • que el transporte funcione con electricidad limpia; y
  • que se expandan, mantengan y cuiden los bosques y otros sumideros naturales de carbono, encargados de retirar las emisiones de la atmósfera.

El informe de los expertos reconoce una gran oportunidad: la mitigación de los contaminantes climáticos de vida corta (CCVC), nombre genérico que se le da al carbono negro u hollín, al metano, a los hidrofluorocarbonos (HFC) y al ozono troposférico.

Al ser climáticamente más intensos que el dióxido de carbono (CO2), los CCVC son causantes de la mitad del calentamiento del planeta. Además, por su corta duración en la atmósfera, tienen un rol clave en la reducción del calentamiento en el corto plazo. Reducir sus emisiones implica resultados positivos más pronto en cuanto al calentamiento del planeta e importantes beneficios para el bienestar humano, como la disminución de la contaminación y sus daños a la salud y un mejor rendimiento de los cultivos.

Pero pocos países han incluido la reducción de estos contaminantes en sus compromisos nacionales frente al cambio climático. En AIDA trabajamos para que los países avancen en el control de estas emisiones.

Siendo la región con el mayor potencial para energías renovables, Latinoamérica tiene la oportunidad de ser un ejemplo para el resto del planeta.

El riesgo que la región enfrenta es grande y bien vale la pena el esfuerzo para evitarlo. El cambio climático amenaza con sacudir todo nuestro equilibrio, lo que incluye el derretimiento de glaciares andinos, menos lluvia y más inundaciones, escasez de agua dulce, extinción de especies, más incendios y propagación de especies invasoras, pérdida de corales y biodiversidad marina, inseguridad alimentaria, e impactos a la salud de las personas y a sus medios de subsistencia.

El panorama es claro: demorar y mantener el calentamiento mundial por debajo de los 1.5°C no es tarea fácil, pero la ciencia ha dicho que es posible.

Tenemos lo necesario para lograrlo: conocimiento científico y capacidad tecnológica y financiera. La responsabilidad principal es de los gobiernos, de los tomadores de decisión y del sector privado, que deben dar el impulso para lograr, entre todos, un cambio sin precedentes.

No olvidemos nunca que el cambio es posible y además deseable. Un mundo bajo en emisiones es también un mundo más limpio y más justo para nosotros y para quienes llegarán.

¿A quién no le gustaría eso?

 

Sobre el Autor

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Florencia Ortúzar Greene

Florencia Ortúzar es chilena y abogada sénior de AIDA, trabajando desde Santiago de Chile. Es abogada por la Pontificia Universidad Católica de Chile y cuenta con una Maestría en Políticas de Medio Ambiente y Regulación por el London School of Economics de Inglaterra. Florencia se unió al equipo de AIDA en mayo de 2012 y colabora con los programas de Clima y de Ecosistemas. Florencia disfruta pasar tiempo con sus mascotas, cocinar, acampar y realizar senderismo (trekking).

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