Los peces herbívoros no pasan desapercibidos. Sus colores brillantes iluminan el fondo del mar para deleite de quien disfruta bucear. Pero aún más importante es el rol que cumplen en la conservación de los arrecifes de coral. Se alimentan de las algas que los cubren y que les quitan luz y oxígeno. Al limpiarlos de algas, esos pequeños peces contribuyen notablemente a su sobrevivencia.
Entre los representantes de esta especie están el pez loro, que también se alimenta de los corales que se desprenden de los arrecifes y luego los desechan en forma de arena blanca; el pez damisela, que ahuyenta el crecimiento de las macro algas que matan a los corales; y el pez cirujano, cuyo ejemplar más famoso es Dory, de Buscando a Nemo.
Pero los corales están perdiendo a sus mejores aliados. La población de peces herbívoros, sobre todo en el Caribe, está disminuyendo.
La sobreexplotación de especies comerciales de peces está haciendo que las comunidades que viven de la pesca comiencen a cazar peces herbívoros, incluyendo a los más jóvenes, lo que impide que su población se recupere.
Se trata de una amenaza más a la vida de los arrecifes de coral, ecosistemas frágiles y muy vulnerables al cambio climático. Preservarlos implica mantener los servicios que prestan a las personas. Entre otras cosas, los corales son criaderos de peces, barreras naturales contra tormentas y huracanes, y fuente de medicinas para tratar enfermedades como el cáncer y el Alzheimer.