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Foto: Alberto Peña Kay

Cuidando al Páramo de Santurbán de los daños de la mineria

En la región andina, bosques y humedales situados a gran altitud, llamados páramos, capturan agua de la niebla y la suministran a tierras bajas. En Colombia, cerca de dos millones de personas dependen del páramo de Santurbán para su provisión de agua.

Los páramos en buen estado capturan además grandes cantidades de carbono, mitigando el cambio climático, y son refugio para cientos de especies amenazadas, incluyendo al icónico ojo de anteojos.

La tierra en y alrededor del páramo de Santurbán contiene oro y otros minerales. Una empresa canadiense, Eco Oro Minerals, quiere construir la mina de oro Angostura, la cual liberaría grandes cantidades de cianuro y arsénico en el agua que viene del páramo.

El trabajo legal de AIDA ayudó a convencer al Gobierno colombiano de:

  • Negar una licencia ambiental a la mina Angostura en mayo de 2011. 
  • Proteger, en 2013, 76 por ciento del páramo de Santurbán de actividades industriales, un porcentaje mayor al propuesto inicialmente.

De otro lado, AIDA, junto con sus socios, abogó para que el Banco Mundial retire su inversión de la mina Angostura, lo que finalmente ocurrió en diciembre de 2016.

Apoyamos también el litigio que condujo a que el más alto tribunal de Colombia reafirmara en febrero de 2016 que la minería en páramos está prohibida.

Sin embargo, 24 por ciento de Santurbán aún está desprotegido porque no fue designado oficialmente como páramo en la delimitación hecha por el gobierno, la cual fue además invalidada por la justicia en noviembre de 2017 porque no se consultó a las comunidades afectadas.

El gobierno debe ahora realizar un nuevo proceso de delimitación en diálogo con la población de la zona. Y las amenazas para Santurbán continúan ya que Eco Oro todavía quiere construir su mina y existe otro proyecto minero que se busca implementar en sus cercanías.

 


Ser o no amigables con el ambiente: Una cuestión de actitud

Por Tania Paz, @tanianinoshka Tenía ocho años cuando decidí dejar de usar joyas de carey, lo que más me gustaba entonces. Mi abuela vendía artesanías en un mercado de Managua, Nicaragua, en el que siempre obtenía esas alhajas en todas sus variantes. Sin embargo, un día me sentí muy mal al saber que éstas provenían del caparazón de la tortuga carey. Así decidí jamás volver a usarlas, promesa que no he dejado de cumplir. En ese momento y sin saberlo, decidí cambiar mis gustos y estilo de vida en favor del ambiente. La protección del ambiente tiene muchas áreas y campos de acción que van desde la defensa legal —tal como lo hace AIDA— y aquella protagonizada por líderes comunitarios en sus territorios hasta la educación ambiental. Pero ustedes también pueden asumir medidas que contribuyan a la protección del ambiente. En este texto busco compartir dos medidas que considero importantes para tal fin. Cambiar estilos de vida y  hábitos de consumo No se trata de que todos, de la noche a la mañana, pasemos a ser personas “eco-friendly” y a comprar productos orgánicos, certificados o con poco impacto en el ambiente. En mi caso, el cambio surgió al observar la cantidad de basura que producía. Un día, al notar las muchas cremas, lociones, perfumes y productos similares que tenía en mi habitación, me di cuenta que no sólo estaba generando una enorme cantidad de basura con todos esos envases (la mayoría de plástico), sino que además arriesgaba mi salud al consumir un número considerable de químicos. Por ello decidí comprar en lo posible sólo lo básico y necesario: un champú, una pasta de dientes, una crema corporal y una sola botella de perfume. En cuanto a las lociones, las reemplacé por aceites o esencias naturales que no contienen químicos, contribuyendo además con los pequeños productores (en su mayoría mujeres) que se dedican a elaborar esos productos. Existen muchas otras formas de cambiar estilos de vida que impactan negativamente en el ambiente. Un ejemplo es dejar de usar el carro y usar sistemas de transporte más amigables con el ambiente como la bicicleta. Pueden también, como hice yo, optar por dejar de comer casi todo el tiempo en restaurantes, fondas o cafés y preparar comida en casa. De esa manera no contribuyo a la generación de basura por parte de la industria restaurantera. El post Panza llena, corazón contento”: ¿Cómo el desperdicio de alimentos afecta el ambiente?, escrito por Gladys Martínez, abogada de AIDA, aborda precisamente el impacto que el desperdicio de alimentos tiene en los recursos naturales. Para todos los casos, medir la huella ecológica puede ser un ejercicio interesante para conocer qué tanto consumimos en nuestra vida cotidiana y cómo transitar hacia un estilo de vida más sostenible (sepa también qué es la huella de carbono). Pregunte, participe y organícese Contar con un ambiente sano es un derecho humano establecido en la Declaración de Estocolmo de 1972 y reafirmado en la Declaración de Río de 1992. Es un derecho que  permite el goce de otros como el derecho a la vida y a la seguridad alimentaria. Por lo tanto, autoridades y gobernantes están obligados a garantizar y velar por el cumplimiento del mismo. En ese sentido, les propongo este pequeño ejercicio: observen su entorno (colonia, barrio, comunidad o ciudad) y hagan un recuento de todas las obras de construcción: las de una carretera, un edificio, zonas comerciales, minas o proyectos hidroeléctricos. Pregúntense luego de dónde saldrá toda el agua para esas construcciones, qué pasará con los árboles y la biopersidad que las rodean, si generarán o no contaminación, y qué consecuencias les traerán a ustedes y a sus familias. Sus autoridades y gobernantes deberán responder esas preguntas. Tienen la obligación de hacerlo dado los marcos legales locales, nacionales e internacionales existentes al respecto. Considero que una de las mejores formas de proteger el ambiente es participando de las decisiones que toman sus autoridades, conociendo en qué les beneficiarán o no, y preguntando qué implicaciones tendrán para su vida y para el ambiente. Y cuando no existan los espacios para hacerlo o éstos no sean adecuados, CREEN sus propios espacios, organícense con sus vecinos, amigos, aliados y personas que compartan sus dudas o preocupaciones para ser el contrapeso. Como ven, no es difícil contribuir a la protección del ambiente. Hay cosas que pueden hacer desde su realidad, sus capacidades, experiencias y conocimientos. Así que anímense y únanse a todas las personas que queremos un planeta sano para nosotros y para las futuras generaciones.

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La contaminación del aire en América Latina y su impacto en los pulmones y el clima

Por Héctor Herrera, asesor legal de AIDA y coordinador de la Red de Justicia Ambiental en Colombia, @RJAColombia El informe más reciente del Clean Air Institute da cuenta que Monterrey, Guadalajara y el Distrito Federal (México), Cochabamba (Bolivia), Santiago (Chile), Lima (Perú), Bogotá y Medellín (Colombia), Montevideo (Uruguay) y San Salvador (El Salvador) son las 10 ciudades con el aire más contaminado en América Latina. En todas ellas, los niveles de contaminación están por encima del estándar de la Organización Mundial de la Salud (OMS). En la mayoría de las grandes ciudades de la región la escena que se repite es la de un cielo gris con buses o camiones que escupen humo negro a los transeúntes. El ruido de las cosas al caer, novela de Juan Gabriel Vásquez ganadora del Premio Alfaguara 2011, transcurre en escenarios como el siguiente: “En la esquina de la carrera Cuarta, el denso tráfico de la tarde progresaba lentamente, en fila india, hacia la salida de la avenida Jiménez. Encontré un espacio para cruzar la calle por delante de una buseta verde cuyas luces, recién encendidas, habían traído a la vida el polvo de la calle, el humo de un tubo de escape, una llovizna incipiente.” La descripción corresponde a Bogotá, pero bien podría referirse a Monterrey o a San Salvador. Las personas que viven en las grandes urbes latinoamericanas lo hacen arrinconadas a diario por el humo, respirando las micro-partículas de carbono negro, ozono, dióxido de nitrógeno y dióxido de azufre que contiene el aire contaminado por actividades como el transporte urbano, la industria o la generación de electricidad. A veces nos quejamos cuando un camión pasa y nos escupe un chorro de humo directamente a la cara. Pero el descontento desaparece casi al instante cuando pensamos que no depende de nosotros y nosotras cambiar esos automóviles por unos menos contaminantes, y sí de las decisiones de políticos y burócratas que van más allá de nuestro alcance. En todo caso, al ser parte de esta realidad no sólo regional sino global, es importante entender que respirar aire con altas concentraciones de contaminantes disminuye la calidad de vida y produce enfermedades y muertes prematuras. El informe del Clean Air Institute también aborda estos impactos a la salud pública y ofrece recomendaciones para afrontar la problemática. Sin embargo, las consecuencias de la contaminación del aire no se limitan al ámbito de la salud pública. Se traducen además de manera preocupante en el cambio climático dado que el carbono negro y el ozono son parte de los llamados contaminantes climáticos de vida corta (CCVC). A diferencia del dióxido de carbono, que permanece más de un siglo en la atmósfera, el tiempo de vida de los CCVC es de días o décadas. Estos contaminantes contribuyen con más fuerza que el dióxido de carbono al cambio climático y si redujéramos drásticamente su emisión, podríamos obtener pronto resultados positivos en la mitigación de los efectos del cambio climático. La página de AIDA sobre CCVC describe en detalle los principales contaminantes de este tipo, y explica los escenarios donde se puede promover su reducción.    Lo mencionado anteriormente cobra relevancia en un escenario donde la población y la cantidad de automóviles crece sostenidamente en América Latina, a diferencia delas medidas de control y reducción de contaminantes del aire. Entonces, sea por salud pública o por cambio climático, sea por nuestros pulmones o el bienestar de las futuras generaciones, sea para poder disfrutar del atardecer sin una muralla de gases contaminantes que nos impidan ver el sol, el mar o las montañas; es vital procurar un aire más limpio y natural en las ciudades del continente.  

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Un caudal de vida amenazado por un proyecto estatal

The figure of a saint multiplies that day. It is exchanged and venerated near an abundant water flow and opposite Muxatena, a rock formation of singular beauty. multicolored flowers are offered up in exchange for health, food, work and other favors. So every June 24, the indigenous community Cora (Nayeri) celebrates the Day of San Juan and also celebrates life, physical and spiritual, associated with the river San Pedro Mezquital, the only free of dams in the Mexican Sierra Madre Occidental. The basin was born in Durango and fed into its mouth to National Marshes, a wetland of international importance and home to 20% of mangroves (swamp forests) of Mexico. On the river, north of the State of Nayarit, the Federal Electricity Commission (CFE) aims to build the hydroelectric dam Las Cruces, project poses serious impacts on the environment and human rights of indigenous peoples inhabiting the area between Cora them. AIDA, together with local scientific organizations and prepares legal arguments in environmental and human rights issues to prevent the Environmental Impact Statement (EIS) for the project is authorized by the Mexican government, which would lead to execution. In addition, AIDA began a national campaign to inform the reasons why Las Cruces should not be built. In that sense, we launched a website exclusively the case. Arguments against the Las Cruces project Among them we can mention the following: The increased sedimentation caused by blocking the natural flow of the river would damage the mangroves of National Wetlands. The MIA project does not assess the cumulative environmental impacts and failure in using the best scientific information available. The construction of the dam would involve forced people and communities whose compensation is not mentioned in the MIA displacement. The indigenous peoples of the area were not consulted to obtain their consent to the feasibility studies of the project and its construction. Lower river flow affect daily activities (agriculture, livestock, fishing, oyster farming, among others) of nearby communities base their livelihood. Muxatena ceremonial centers as would be under water, a blow to the spiritual life and the ancient culture of the natives of the place. Rapid fall from the top of a rock and armfuls force move from one extreme to another. The swim is already part of their free time and one of the many links that local residents have with the River San Pedro Mezquital. With your help we will prevent many river ecosystems are destroyed by large dams as Las Cruces! Thank you!

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