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Foto: UNFCCC

Siguiendo las negociaciones climáticas en la ONU

Los fenómenos derivados de los cambios en el clima son cada vez más extremos e impactan con mayor dureza a comunidades de países en desarrollo. Vigente desde 1994, la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático establece acciones para limitar el incremento de la temperatura promedio global y enfrentar los efectos de la crisis climática.

Los países parte de la Convención y del Acuerdo de París se reúnen cada año en la llamada Conferencia de las Partes (COP) para revisar sus compromisos, los avances en el cumplimiento de los mismos y los desafíos pendientes en la lucha global contra la crisis climática.

El Acuerdo de París fue adoptado en la COP21 de 2015. Busca fortalecer la respuesta mundial ante la emergencia climática, estableciendo un marco común de trabajo para todos los países en función de sus capacidades y mediante la presentación de Contribuciones Nacionalmente Determinadas (NDC) que permitan:

  1. Limitar el aumento de las temperaturas globales a 2°C en comparación con los niveles preindustriales y continular los esfuerzos para limitarlo a 1,5°C;
  2. Aumentar la capacidad de los países para adaptarse a los impactos del cambio climático; y
  3. Garantizar que el financiamiento responda al objetivo de reducir las emisiones de gases de efecto invernadero.

 

Nuestras áreas de trabajo

CRISIS CLIMÁTICA Y DERECHOS HUMANOS

La crisis climática, por su carácter transversal, tiene repercusiones en distintos ámbitos, geografías, contextos y personas. En ese sentido, el preámbulo del Acuerdo de París señala que es obligación de los Estados "respetar, promover y tener en cuenta sus respectivas obligaciones relativas a los derechos humanos, el derecho a la salud, los derechos de los pueblos indígenas, las comunidades locales, los migrantes, los niños, las personas con discapacidad y las personas en situaciones vulnerables y el derecho al desarrollo, así como la igualdad de género, el empoderamiento de la mujer y la equidad intergeneracional".

A través del litigio climático y la incidencia política, AIDA trabaja para lograr una transición energética justa y respetuosa de los derechos humanos y con enfoque de género.

 

AIDA en las COP

COP25: Chile-Madrid 2019

En la COP25, celebrada en Madrid, España, abogamos por la inclusión de la perspectiva de derechos humanos en diversos temas de la agenda. Promovimos la incorporación de amplias salvaguardas socioambientales en la reglamentación del artículo 6 del Acuerdo de París, referido a los mercados de carbono. Seguimos de cerca la adopción del Plan de Acción de Género, así como la Red de Santiago, creada “para catalizar la asistencia técnica […] en países en desarrollo que son particularmente vulnerables a los efectos adversos del cambio climático”.  Impulsamos además la inclusión en los compromisos climáticos de los países de metas ambiciosas y medibles de reducción de los contaminantes climáticos de vida corta.

COP26: Glasgow 2021

AIDA asistió a la COP26 en Glasgow, Escocia, llevando la voz de América Latina. Tras la cancelación de las negociaciones en 2020, la COP26 generó un momento importante para retomar las acciones de incidencia en cuanto al aumento de la ambición climática y el cierre del libro de reglas del Acuerdo de París. AIDA abogó por la inclusión de los más altos estándares de derechos humanos en las decisiones relativas a los mercados de carbono, el financiamiento climático y la regulación de las pérdidas y daños. Durante nuestra participación, brindamos información de fácil acceso sobre estos temas a nuestros aliados y socios en la región. Además, expusimos los avances del litigio climático en América Latina junto con nuestros aliados de Climate Action Network (CAN) y Climate Action Network Latin America (CANLA), entre otras otras redes y grupos de trabajo.

 

Partners:


Amor por mi hija y por el planeta

Antes de decidir ser mamá, escuché mil veces la pregunta: ¿Es buena idea traer más seres humanos al mundo? Yo también me la hice. Atendiendo únicamente a la razón, la respuesta casi obvia es no.  Las noticias nos muestran que vivimos en un planeta sobrepoblado, con falta de agua y cifras alarmantes de degradación ambiental, extinción de especies y contaminación. A ello se suman otro tipo de problemas y los que se acumulen en los próximos años. Ser mamá es difícil y ser ambientalista al mismo tiempo, aún más. Porque ser ambientalista equivale a luchar contra el monstruo de mil cabezas: un problema se resuelve y surgen otros 10. Implica recibir información a diario sobre la situación del planeta, las amenazas, las batallas perdidas, las personas y especies que sufren. Ante ello, es imposible hacer oídos sordos y no tratar de tomar las decisiones más correctas para nuestros hijos. La ignorancia deja de ser la excusa detrás de nuestras accciones. “¿Qué mundo queremos dejarles a nuestros hijos?”, hemos escuchado siempre. Esa cuestión me parece obsoleta. Ahora se trata de saber en qué planeta viven ya nuestros hijos. Actualmente nos enfrentamos a un sin fin de factores a considerar antes de decidir algo tan sencillo como qué darles de comer. No basta con buscar una nutrición adecuada, un buen equilibrio de proteínas, vitaminas y minerales. Hoy, si tenemos un mínimo de información ambiental, es preciso saber si los alimentos a consumir son libres de pesticidas, no transgénicos, elaborados con ingredientes naturales…, la lista es interminable. Tratándose de esparcimiento, aprendizaje y libertad, en México —donde vivo— muy pocos niños y niñas tienen el privilegio de jugar en un río, un bosque, una playa, una montaña o simplemente en un parque con áreas verdes. Al margen de cuidarlos de problemáticas como la violencia y la trata de personas, las mamás debemos prevenir que nuestros hijos se expongan a niveles altos de contaminación en el aire. Pero entonces, si el mundo está tan mal, ¿por qué siguen naciendo más y más niños y niñas? Al parecer, los seres humanos no hemos apelado a la razón y a la ciencia que nos dicen que, a este ritmo, no habrá planeta que nos alcance. Dicen que las ranas no se reproducen a menos que sepan que habrá lluvia, pues de no haberla, el sustento de su descendencia peligra. En el mundo animal, son incontables las especies que regulan su reproducción con base en su estrecha relación con la naturaleza, y si las condiciones no son propicias, la reproducción no ocurre.  ¿Será entonces que el ser humano es la única especie que se reproduce a toda costa, sin importar las amenazas a su ambiente? ¿Será quizás que nos hemos recluido tanto en las ciudades, los supermercados y las computadoras, que ya perdimos toda conexión con nuestro entorno natural?  ¿O será más bien que nuestro instinto sabe algo que nuestra mente no? Entre lo que nos diferencia de otras especies está nuestra conciencia y la capacidad de autoreconocimiento y de ver más allá de nuestra propia supervivencia para buscar el arte, el amor, la realización del ser, la empatía, etc. Yo encuentro esa realización en ayudar a marcar la diferencia. Trabajo con las y los abogados de AIDA, que dedican sus habilidades, tiempo y compromiso a salvar un río, defender los derechos humanos, proteger bosques y selvas, evitar desastres ecológicos, darle sentido a la muerte de defensores y defensoras ambientales, resarcir daños a comunidades vulnerables y darle una voz a los más desprotegidos.  Es cierto que cada día escucho noticias terribles para el ambiente. Pero también constato lo que las noticias rara vez registran, y que cambian totalmente mi visión del futuro. Veo una cantidad enorme de personas preparadas, comprometidas, preocupadas y ocupadas en construir un mundo mejor. Son madres, padres, jóvenes, estudiantes, voluntarios y toda clase de seres humanos dispuestos a hacer lo necesario para ayudar a otros. Veo sobre todo una masa crítica de gente con fe en que podemos cambiar de rumbo, generar energías alternativas, mitigar los impactos, resarcir los daños, empoderar a los vulnerables, combatir la xenofobia y la codicia, y encontrar e implementar nuevos hábitos de consumo y formas más democráticas de hacer negocios.  Tengo el privilegio de trabajar en AIDA con gente de diferentes contextos culturales, sociales y académicos que se niegan a dar por perdida la lucha por la humanidad y a soltarse de la conexión divina con la tierra que nos da sustento. Son todos ellos y ellas los que me hacen pensar que tener hijos hoy en día no sólo es factible, sino deseable, siempre y cuando estemos dispuestos a inculcarles la generosidad, la compasión y el respeto hacia ellos mismos, hacia los demás, pero también hacia los animales, los árboles, los ríos y todo  a su alrededor. Muchas veces me cuestiono si lo conseguiremos. Me cuestiono si mi pequeña hija de cinco años llegará a ser adulta en un mundo donde el agua y el aire limpios sean un derecho que se da por sentado, o si serán bienes mercantiles por los que tenga que luchar, pues estarán al alcance de unos cuantos.  Aunque nunca me cuestioné si hice bien al traer a mi hija al mundo, me parece relevante volver a la pregunta general de si es buena idea traer más seres humanos a este mundo.   Veo cada mañana los ojos brillantes de mi hija, sus manitas inquietas, sus piernas bailarinas, su curiosidad incansable, su sonrisa, sus abrazos, su generosidad y compasión innatas; y mi respuesta es mil veces SÍ. Escucho su risa capaz de revivir las flores, la ternura con la que trata a los seres vivos y veo en ella un potencial enorme de contribuir a que la balanza se incline hacia un mejor futuro. Mi respuesta entonces sigue y seguirá siendo SÍ. AIDA es una organización internacional sin fines de lucro que usa la ley para proteger el ambiente en el continente americano. 

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En Mocoa, Colombia, un megadeslizamiento arrastró masas de agua, tierra y lodo, sepultando barrios completos.

Respetar la naturaleza: ella manda

(Columna publicada originalmente en El País) Combatir el cambio climático requiere planificar políticas públicas y de desarrollo. En las últimas semanas graves deslizamientos han ocurrido en Perú y en Mocoa y Manizales (Colombia). Estos hechos, juntos, han dejado más de 500 personas fallecidas, docenas desaparecidas y más de 100.000 afectadas. Esas tragedias, y otras similares en toda América Latina y el Caribe, tienen algunas cosas en común. Ocurrieron en ciudades y regiones con tasas muy altas de deforestación y cambio de uso del suelo, y en las que se evidenció una deficiente planificación y regulación. Fueron, además, desastres anunciados. Una vez más es claro que cuidar los bosques y las orillas de los ríos, y evitar la deforestación y la erosión, es vital. Son tiempos de cambio climático por lo cual intensas lluvias, sequías, incendios y huracanes serán cada vez más frecuentes e intensos. En Mocoa (Colombia) la noche de la tragedia cayó el volumen de agua equivalente al de 10 días en condiciones normales. Es esencial tomar en serio la protección ambiental y la explotación planificada y sensata de los recursos naturales. Sin embargo, sigue habiendo en las Américas una tendencia extractivista sin adecuado control. La naturaleza se toma en cuenta, sobre todo ante las tragedias, cuando ésta reitera quién manda. La naturaleza, bien cuidada, puede ayudar a salvar vidas. En Mocoa, un bosque ayudó a salvaguardar un área del desastre. Pese a ello, la protección ambiental es vista equivocadamente por algunos como un lujo o incluso como exigencia de personas extremistas. Mientras tanto, año tras año, cientos de personas en América Latina y el Caribe –sobre todo niñas, niños y otras en situación de vulnerabilidad– mueren por sucesos vinculados con sequías o inundaciones, particularmente en los rincones más empobrecidos. En contraste, en los últimos años los Gobiernos del continente han venido debilitando políticas y normas ambientales para promover actividades extractivas más intensas, en nombre del desarrollo. Ya es hora de incorporar con seriedad el medio ambiente en las políticas públicas y en el desarrollo. Pero la tendencia es otra. Incluso personas, movimientos, alcaldes y demás autoridades que buscan proteger el ambiente y el agua de actividades como la minería, son criticados e incluso criminalizados y atacados. Es el caso de Cajamarca (Colombia). Allí, recientemente el 98% de la población decidió, en consulta popular, rechazar un proyecto minero a cielo abierto y proteger sus recursos naturales. La decisión ha desatado una polémica nacional. Se cuestiona si el resultado es obligatorio, aunque la legislación colombiana establece claramente que “la decisión del pueblo es obligatoria”. Sin ahondar en las particularidades jurídicas, lo esencial es el mensaje de fondo: priorizar la protección del agua y el ambiente. A través del voto popular, Cajamarca recordó a sus gobernantes esta prioridad. Varias poblaciones de Guatemala, Honduras, Costa Rica, Perú y El Salvador, entre otros, han votado de la misma manera. Implementar algunas actividades extractivas es necesario para la sociedad actual, pero ello no implica que deban implementarse todas, a cualquier costo y en cualquier lugar. Debe haber un buen balance, además de explorarse opciones de desarrollo más allá de las extractivas. Dos países en América Latina han demostrado que es posible. Costa Rica prohibió en 2011 por ley la minería metálica a cielo abierto. A finales de marzo, el Congreso de El Salvador hizo lo mismo. El cambio es viable, existen alternativas cuando se evalúan integralmente los costos y beneficios y se entiende que proteger el medio ambiente es ganancia. El Salvador, después de Haití, es el país con mayores índices de deforestación y de degradación ambiental, lo cual ocasiona, entre otros, escasez de agua. Por ello la prohibición de minería metálica. Esto no fue un favor a los ambientalistas. La medida fue analizada por años y tras estudios económicos y sociales, se concluyó que lo mejor para el país es cuidar y restaurar el agua y los bosques restantes. La decisión priorizó la restauración ambiental y sus beneficios sociales y económicos, por encima de los riesgos que los proyectos mineros implican. La degradación ambiental y su impacto en las personas no es un problema ajeno a los Gobiernos y a la sociedad. Por eso los Estados han firmado tratados y otros instrumentos internacionales reconociendo la obligación de proteger el medio ambiente. El Acuerdo de París sobre cambio climático, suscrito por 34 de 35 Estados del continente americano, es de los más recientes. Hoy estos acuerdos deben cumplirse realmente. No todos los proyectos extractivos son viables. Para determinar ello debe haber buena planificación, políticas y marcos legales fuertes e implementables. Herramientas como los Estudios de Impacto Ambiental deben realizarse de manera cuidadosa, objetiva e independiente. Las decisiones deben considerar impactos locales y nacionales de corto y largo plazo. En el mundo ya vivimos la realidad del cambio climático, actuar de otro modo sería ignorante e irresponsable. Y, en caso de que se nos olvide, la naturaleza, seguro nos lo recordará.

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Seminario virtual "El aire limpio y la salud en Perú peligran, conoce el porqué"

El Gobierno de Perú propuso nuevos Estándares de Calidad Ambiental (ECA) para el aire, aumentando los niveles permitidos de contaminación por dióxido de azufre y material particulado, sustancias que causan enfermedades graves en las personas, sobre todo en niños, niñas y adultos mayores. AIDA preparó, y luego presentó junto con APRODEH, argumentos que demuestran que la propuesta gubernamental ignora la evidencia científica sobre los daños que ambos contaminantes provocan, y las obligaciones internacionales que tienen las autoridades de brindar a su población las condiciones necesarias para una vida digna. En este seminario virtual, expertas y expertos en el tema explicaron en detalle las razones por las que ningún país debe permitir una mayor contaminación del aire.   Presentaciones 1. Presentación introductoria:   2. Presentación de Anna Cederstav, Codirectora de AIDA:   Grabación  

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