Participación Ciudadana


Mi experiencia ante la Corte Interamericana de Derechos Humanos

"Nuestro miedo más profundo no es que seamos inadecuados. Nuestro miedo más profundo es que somos poderosos sin medida. Es nuestra luz, no nuestra oscuridad, lo que más nos asusta.” - Marianne Williamson Sentada ante la Corte, una mujer en una larga fila de observadores, mi pulso se aceleró. Por primera vez en mi vida me quedé sin palabras, sobrecogida de asombro. Frente a mí, sentados en el estrado y vestidos con sus togas, estaban seis hombres y una mujer. Eran los siete jueces de la Corte Interamericana de Derechos Humanos. Hablar en público es algo que hago frecuentemente y con facilidad, pero esta vez estaba ¡realmente nerviosa! Mi corazón iba a explotar y tenía un nudo en la garganta. Estaba muy consciente del poder de lo que estaba a punto de decir. Sentí profundamente la fuerza de mis colegas de AIDA. Me senté erguida, respiré hondo y me incliné para acercarme al micrófono. Comencé a hablar. Mis palabras llevaban la influencia de los últimos 20 años. Estaba representando a AIDA en nuestra primera intervención ante el organismo internacional de derechos humanos más importante del continente americano. Habíamos sido invitados por la Corte para comentar la opinión consultiva hecha por el Gobierno colombiano acerca del vínculo entre la degradación ambiental y los derechos humanos, una cuestión que es la esencia de nuestra misión. La pregunta básica a tratar era la siguiente: Si un megaproyecto daña el ambiente marino del Gran Caribe y, como resultado, vulnera o amenaza derechos humanos, ¿de acuerdo con el derecho internacional de los derechos humanos, el Estado que implementa el proyecto debería ser responsable? Cuando comencé mi carrera en derecho ambiental hace 20 años, justo ésta fue una de mis metas. Soñaba con estar involucrada en este tipo de conversación ante la Corte, con influir en la jurisprudencia de la institución encargada de proteger los derechos humanos de las personas del continente. Ahora, siendo orgullosamente codirectora de AIDA, esos sueños se han hecho realidad. No solo para mí, también para las y los valientes y dedicados abogados con quienes trabajo. El documento que elaboramos representa incontables horas de investigación y análisis, las contribuciones de personas expertas en derechos humanos y en derecho ambiental, décadas de experiencia, y vidas profesionales de dedicación. Lo elaboramos para que la Corte reconozca la protección ambiental como una cuestión de derechos humanos, y que un ambiente sano es esencial para el disfrute de todos los derechos humanos. Esperamos que el documento muestre a los jueces de la Corte Interamericana de Derechos Humanos que incorporar estándares y derecho ambiental internacional, puede ayudarles a cumplir su misión. Recordar los meses de trabajo y las opiniones expertas contenidas en el documento, me dieron tranquilidad ese día. Los testimonios que escuché fueron música para mis oídos: más de 20 personas de Estados y de organizaciones de la sociedad civil, una tras otra, hablaron de la relación entre derechos humanos y ambiente; se refirieron al poder de usar el derecho ambiental internacional para proteger a personas y comunidades. Los argumentos que construimos juntos, hicieron que el vínculo entre ambiente y derechos humanos quedara claro como el agua. Tuvimos la oportunidad histórica de resaltar cómo, en algunas situaciones, la destrucción ambiental viola derechos humanos. Proteger nuestro ambiente, por tanto, es una obligación internacional de todos los Estados de las Américas. Cuando terminé de hablar, respiré profundo de nuevo, me alejé del micrófono y me recosté en la silla. Sonreí al ver mi teléfono iluminarse con mensajes de mis colegas de todos los rincones del continente. Finalicé reflexionando con felicidad sobre los últimos 20 años, y totalmente revitalizada para 20 más. Terminé la audiencia llena de gratitud y orgullo hacia mi equipo. Reiteré el poder que tenemos —como AIDA, como abogados y abogadas, como ciudadanos, como seres humanos— para lograr cambios. Sin duda, aunque parezcamos pequeños, no estamos solos. Juntos somos poderosos y, juntos, somos capaces de construir un mundo mejor. La decisión está ahora en manos de la Corte, cuya opinión tiene el poder de influir en el futuro del desarrollo en el continente americano.  

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Celebrando que hay esperanza para los océanos

Hace poco, el 1 de septiembre, cumplí 10 años de trabajar por la justicia ambiental y hacer realidad uno de mis sueños de estudiante: defender a quienes no tienen voz. En todo este tiempo, mis mejores clientes han sido el mar y sus costas. La experiencia acumulada me ha enseñado que la vida depende de los océanos. Por ello me sentí feliz de celebrar este aniversario participando en los esfuerzos internacionales para construir un acuerdo de cumplimiento obligatorio para conservar la vida en alta mar. Se considera alta mar a las aguas internacionales que, al no pertenecer a ningún país, no cuentan con una protección legal para las plantas y animales que albergan. La posibilidad de un tratado que brinde ese amparo significa una segunda oportunidad para los océanos y para quienes dependemos de ellos: la humanidad en su conjunto. Tiempo de reflexión A lo largo de mi carrera como abogada ambiental, he trabajado para evitar y reducir los impactos negativos de la pesca ilegal y la pesca excesiva. Desde AIDA y en alianza con organizaciones aliadas, he usado normas internacionales y logrado avances hacia la pesca sostenible y la conservación de humedales, manglares y arrecifes de coral. Durante los últimos años, he tenido el honor de trabajar junto a Sandra Moguel, abogada del programa marino de AIDA en México. Debido a la dedicación y liderazgo de Sandra, hemos podido resguardar los océanos, costas y a las comunidades amenazadas por el desarrollo mal planificado. Sandra se fue recientemente de AIDA para trabajar con nuestros socios del Centro Mexicano de Derecho Ambiental (CEMDA), como directora de su Oficina Regional Sureste. Aunque yo, y todos en AIDA, extrañaremos tenerla a nuestro lado, su nuevo cargo me llena de gran esperanza para México y para la lucha en defensa del rico patrimonio ambiental del país. El trabajo de Sandra para proteger los humedales costeros, río y océanos de México no será olvidado pronto. Con base en sus éxitos, continuaremos la lucha para preservar las aguas de la región y defender a las comunidades que dependen de ellas. Una nueva esperanza Esta lucha me llevó recientemente a la ciudad de Nueva York, junto con la High Seas Alliance, para participar del desarrollo de un tratado para alta mar. Este año participé de dos reuniones del Comité Preparatorio del tratado, junto con representantes de Estados y de la sociedad civil. El acuerdo está siendo construido en el marco de Naciones Unidas y buscamos concretarlo en el plazo de dos años. El tratado será implementado bajo la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar (CONVEMAR). En representación de AIDA, la única organización de América Latina involucrada en las reuniones de planificación del tratado, estoy trabajando para asegurar que las aguas de alta mar reciban la misma protección que las aguas nacionales que por tanto tiempo hemos defendido. El tratado de alta mar es un esfuerzo realmente colaborativo que alberga una gran esperanza para la protección de las aguas internacionales de nuestro planeta. Responsable con mi región Como costarricense, siento la responsabilidad adicional de cuidar el patrimonio natural de América Latina, región privilegiada con áreas de gran importancia en alta mar. Creo que es fundamental crear allí reservas marinas. Eso permitiría disminuir la presión de la pesca sobre los recursos marinos, contribuiría a generar un equilibrio ambiental y haría que los entornos y sus habitantes se adapten a los efectos del cambio climático. En aguas internacionales de la región existen “áreas ecológicamente significativas” como: El Domo Centroamericano. Está en el Pacífico y cambia constantemente de lugar debido a los vientos y las corrientes oceánicas. Es zona de alimentación,  reproducción y crianza para atunes, ballenas azules, tiburones, delfines y tortugas marinas, entre otras especies. El Café del Tiburón Blanco. Ubicada en aguas internacionales del Océano Pacífico, entre la Península de Baja California y Hawái, el área es clave para los tiburones blancos, especie en grave peligro, que se congregan allí al salir de la costa de México o California. Montes submarinos de Nazca y Sala y Gómez. Con más de 3,000 kilómetros de largo en el Pacífico sureste, se extienden más allá de aguas chilenas, país donde son protegidos por el Estado. Sin embargo, sus secciones en alta mar están desprotegidas. Ello ocurre pese a que tienen uno de los niveles más altos de diversidad biológica marina del mundo. Cobijan y benefician a ballenas azules, tortugas marinas baulas, peces espada, macarelas chilenas y otras especies. La mayor parte de los montes se encuentra en estado natural por lo que su protección es urgente. Zona de Fractura del Atlántico Ecuatorial. Ubicada entre Brasil y la Cuenca del Guinea, el área no pertenece a ningún país. Es fuente de alimento y energía para diferentes especies de peces (entre ellas el atún aleta amarilla, el atún patudo y el pez espada) y para tortugas marinas como la baula y la verde. Proteger el alta mar es vital para brindar un espacio seguro de alimentación, reproducción y crecimiento a diferentes especies marinas. Quiero seguir aportando a esa causa y cumplir 10 años más siendo la voz de América Latina y abogando por la preservación de sus tesoros naturales.

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Los Juegos Olímpicos y el Récord que NO Debemos Romper

Los Juegos Olímpicos de Río 2016 han terminado. El mundo fue testigo, una vez más, de las más grandes proezas del cuerpo humano y de asombrosos nuevos récords deportivos. Pero, en medio de altos niveles de contaminación del aire y del agua, los miles de competidores reunidos en Brasil pusieron de manifiesto que existe un récord que no podemos romper: el de los 1,5 grados Celsius. El calentamiento de la Tierra ha ido en constante aumento en los últimos años, causando el derretimiento de los hielos eternos, la crecida de los océanos, tormentas cada vez más peligrosas, e inundaciones y sequías más intensas y frecuentes. Si superamos la temperatura promedio del planeta en 1,5°C se desencadenaría una catástrofe global con consecuencias desconocidas. El mensaje inaugural Imágenes de nubes de contaminación y proyecciones alarmantes de ciudades y regiones del mundo siendo inundadas llenaron el Estadio Maracaná de Río de Janeiro, el pasado 5 de agosto. La ceremonia inaugural estuvo marcada por un claro llamado de conciencia respecto al cambio climático y sus consecuencias. El símbolo de la paz, alterado para asemejar un árbol, fue proyectado en el suelo mientras una voz advertía de la velocidad con la que están desapareciendo las capas de hielo del planeta. Cada atleta recibió una semilla de árbol que será plantado en el Parque de los Atletas de la ciudad brasileña. Además, deportistas de todo el mundo se unieron en una campaña para pedir que el récord de los 1.5 grados no sea quebrado, aludiendo a que la unión de todas las naciones es necesaria para controlar el calentamiento global. Las Olimpiadas han puesto sobre la mesa el problema del cambio climático, haciendo un llamado a que todos como planeta debemos hacernos cargo. Mala calidad del aire y del agua  A los deportistas que compitieron en pruebas acuáticas se les recomendó cubrir cortes y rasguños con parches impermeables antes de exponerse al agua, que evitaran ingerirla,  se lavaran tan pronto fuera posible luego de exponerse a ella, permanecieran en ella el menor tiempo posible y evitaran el contacto con el agua luego de lluvias. Ello en un informe sobre la calidad del agua en Río de Janeiro de la Organización Mundial de la Salud (OMS), que dio cuenta de los riesgos sanitarios del agua de la ciudad, particularmente de los cuerpos de agua donde se desarrollarían algunas de las pruebas. La contaminación atmosférica en Río también fue comentada. Las promesas de mejorar la calidad del aire antes del gran evento no se cumplieron. Según datos del gobierno, desde el 2008 el aire en la ciudad se ha mantenido hasta tres veces por encima de los límites anuales que la OMS recomienda para las partículas suspendidas en el aire que causan enfermedades respiratorias. Otro aspecto relevante para el clima y la salud del planeta es la selva tropical amazónica, de la cual Brasil es el principal guardián. La mayor reserva biológica del mundo absorbe enormes cantidades de carbono, que son liberadas a la atmósfera cuando hay deforestación. Pero este tesoro natural está en riesgo. Según la WWF, en los últimos años, la Amazonía ha perdido al menos 17% de su vegetación. La protección de este tesoro es una prueba que como humanidad no estamos cumpliendo. La lucha que debemos ganar Unos 11 mil competidores de todas las nacionalidades  se reunieron en el encuentro deportivo más importante del mundo. Fue una ocasión única para reflexionar sobre los desafíos urgentes que enfrentamos como humanidad, como el cambio climático. En AIDA apoyamos a los países en este desafío, especialmente a los de América Latina. Para mejorar la calidad del aire proponemos mitigar los contaminantes climáticos de vida corta, que proporcionan una oportunidad única para mitigar el cambio climático en el corto plazo mientras se mejora la calidad del aire y el rendimiento de los cultivos. Ahora, como humanidad, nos une una gran lucha: no permitir que se rompa el récord de 1,5°C. La posibilidad de superar esa prueba pasa necesariamente por un equipo mundial.

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Amor por la naturaleza, una lección de padre a hija

En ocasión del Día del Padre, quiero compartir la visión de mi hija Constanza sobre su papá. En AIDA celebramos a todos los papás que inculcan en sus hijos un profundo amor por la naturaleza. Compartimos su deseo de heredar a todos los niños y niñas un planeta sano y en el que exista justicia ambiental. Celebramos también a todos los abogados, como los que integran  nuestro equipo, que luchan a diario por defender el ambiente y los derechos humanos. Creemos firmemente que el amor hacia nuestro entorno natural empieza desde la cuna. Tenía escasamente un año cuando mi papá me llevó a uno de los lugares más mágicos del planeta: el Parque Nacional Yellowstone, en Estados Unidos, la primera área natural protegida declarada como tal en el mundo. Mi infancia ha estado rodeada desde entonces de naturaleza y de los seres únicos que la conforman. Cuando me preguntan en la escuela a qué se dedica mi papá, les cuento con mucho orgullo que es defensor del planeta. En su oficina, las paredes están repletas de fotografías de animales. Mi preferida es la del tiburón blanco, la que tomó en un lugar llamado Isla Guadalupe, a donde me llevará cuando sea más grande. Cada noche elijo un libro sobre tiburones para leerlo antes de dormir. Ya conozco los nombres de la mayoría de las especies de tiburón y sé lo que debo hacer para protegerlos. Mi papá Fernando dice que ser abogado ambientalista es a veces muy difícil porque tiene que luchar contra personas que hacen cosas que destruyen el planeta. Los abogados —me explica— tienen que estudiar mucho, conocer muchas leyes y usar mucho su cerebro para encontrar la manera de evitar daños al ambiente y a las personas. Y mi mamá conoce a muchos abogados y abogadas que hacen lo mismo que mi papá. Trabaja con ellos en una organización que se llama como ella: AIDA. Ella ayuda a que otras personas sepan lo que la organización hace y la apoyen para seguir defendiendo la naturaleza. Travesías de ensueño No estoy segura si mis recuerdos de Yellowstone son reales o si están entremezclados con fotografías y anécdotas que me cuentan. Recuerdo por ejemplo ver una enorme manada de búfalos por la ventana del auto. Estaban tan cerca que podía olerlos. Recuerdo también observar la espera paciente de mi papá por capturar con su cámara el momento perfecto de una manada de lobos iguales al del tatuaje en su brazo. Vienen a mi memoria el olor del bosque, el sonido tan chistoso que hacían las ardillas y lo fantástico que fue descubrir debajo de la corteza de los árboles mundos enteros, ajenos a nuestra mirada de gigantes. Entre otras cosas, en ese viaje aprendí a trepar a los árboles y a lanzar piedras, habilidades muy importantes para cualquier niña en crecimiento. Me acuerdo además de una mamá osa, que junto con sus dos oseznos, cruzaron la carretera justo frente a nosotros y ante la sonrisa imborrable de todos los automovilistas, quienes esperaron con paciencia y respeto el paso de los animales. Mi papá esperó que creciera un poco más para llevarme a conocer a unos gigantes de los que ya me había hablado mucho: las ballenas grises. Condujo por muchas horas. En el camino nos detuvimos a caminar entre cactus que crecían enormes entre las rocas. Hacía mucho calor y mi papá me contaba de los animales que vivían ahí en el desierto. Al llegar a nuestro destino, nos subimos a una pequeña embarcación. Todos gritamos emocionados cuando una ballena se acercó y jugó con nosotros como si estuviéramos en un barquito de juguete. Mi papá me detenía en sus brazos mientras yo me estiraba para tocarla. Su piel se sentía acolchonada, como esos castillos inflables en los que me gusta saltar. No me gustó que la ballena me soplara en la cara: ¡Olía a pescado! Conviviendo con la naturaleza Aunque mi papá creció en la ciudad de México, una de las más grandes y pobladas del mundo, mis padres eligieron un lugar mucho más tranquilo para vivir en la península de Baja California. La vista al mar deleita cada amanecer. Respiramos aire limpio. Por las mañanas, mi papá me lleva a la escuela por un camino de tierra. En el trayecto saludo a un caballo color miel que siempre descansa bajo un árbol. En la escuela tenemos gallinas y conejillos de Indias. Hacemos composta, sembramos vegetales y corremos entre árboles y cantos de aves. Es muy divertido. Cuando mi papá viaja, lo extraño mucho, pero me alegra saber que está salvando ballenas, delfines y una que otra tortuga. “Salva muchos delfines”, le digo cuando hablamos por teléfono.  Lo imagino como un súper héroe que navega en mares lejanos para rescatar a esos animales atrapados en las redes que algunos pescadores olvidan, o que mueren al comer plásticos que confunden con comida. No me gusta que maten animales. Creo que cuando sea grande seré veterinaria o tal vez abogada como él. Así podré defender a osos, tiburones, árboles y ríos; o a niños y niñas que han perdido su casa por inundaciones, o que no tienen agua limpia para beber. Ahora que cumpla cinco años, quiero que mi pastel sea de animales en peligro de extinción, ¡mejor de reptiles! De Yellowstone tengo recuerdos imborrables y muchas fotografías, pero el mejor recuerdo, ése que a él le inunda la cara de felicidad, es que en ese viaje aprendí a decir “papá”.

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Reivindicando mis ideas verdes

A Didaskó lo metieron preso por tener “ideas ideológicas”. Su pequeña hija fue a visitarlo a la cárcel y le llevó un obsequio: un dibujo de pájaros. El dibujo no pasó la censura del carcelero y fue destruido. Al domingo siguiente, la niña volvió a visitar a su padre. Esta vez le llevó un dibujo de árboles, que no estaban prohibidos. Didaskó agradeció el hermoso dibujo, sin embargo, le llamaron la atención varios círculos de colores entre las hojas de los árboles. Entonces le preguntó a su hija: “¿Son naranjas? ¿Qué frutas son?” La niña lo hace callar: “Ssshhhh”. Y en secreto le explica: “Bobo. ¿No ves que son ojos? Los ojos de los pájaros que te traje a escondidas” (Extracto de Los pájaros prohibidos de Eduardo Galeano). En Bolivia, desde fines de 2011, es riesgoso expresar “ideas ideológicas” verdes: ideas que reclamen la conservación de los ríos y bosques, que exijan el derecho a la consulta y consentimiento de los pueblos indígenas y que cuestionen las políticas extractivas del gobierno. Tiempos de censura En 2011, el país vivió uno de sus mayores conflictos socioambientales. El gobierno del presidente Evo Morales inició la construcción de una carretera que atravesaría el Parque Nacional y Territorio Indígena Isiboro Sécure (TIPNIS). Una gran cantidad de comunidades indígenas, organizaciones urbanas, ONG y ciudadanos en general, se opusieron. Desde entonces el Presidente, el Vicepresidente y otras autoridades nacionales censuran y amenazan a las organizaciones y personas que objeten la insostenible explotación de recursos naturales en Bolivia. En mayo de 2015, el gobierno aprobó una norma que autoriza la exploración y eventual explotación de hidrocarburos en las 22 áreas protegidas del país. Y, en junio de ese año, el presidente Morales amenazaba: “…quiero decirles: ONG, fundación que perjudique la exploración de los recursos naturales se va a ir de Bolivia…”.  Las principales autoridades han expresado además en varias oportunidades que los bolivianos no vamos a ser “guardabosques del norte”.  Yo quiero reivindicar la vocación del guardabosque, así como la autonomía de pensamiento y libre albedrío de quienes creemos en la conservación y aprovechamiento sostenible de nuestros recursos naturales. Mis “ideas ideológicas” verdes me vienen de tres vetas: mis raíces y algunos puñados de inspiración e indignación. Mis raíces se remontan a un pueblo andino que trepa por una montaña y se ubica en Independencia, Ayopaya, en el departamento de Cochabamba. Allí mi sombra se encuentra con la de mi abuelo, quien hunde sus manos en la tierra negra de la ribera del río ante un bosque mágico de árboles barbudos. Mi inspiración brota del silencio y de la reverencia que siento por la vida de árboles, montañas y pájaros inmemoriales. Mi indignación es una voz que no quiere callar ante la violencia y destrucción de lo más débil. Mucha gente del Sur y el Norte compartimos ideas y vetas similares. También las compartieron líderes muy importantes de la historia latinoamericana, como Simón Bolívar, Andrés de Santa Cruz y Germán Busch. Los dos primeros fueron pioneros en la creación de leyes para la protección de nuestra fauna y bosques silvestres, mientras que Busch hizo del Sajama el primer Parque Nacional de Bolivia en 1939. Seguramente nadie en Bolivia o en la región podría poner en duda los altos ideales de interés colectivo de esos mandatarios. Hacer política: ¿Monopolio del gobierno y los partidos políticos?       El Presidente y Vicepresidente de Bolivia han señalado que las ONG del país deben cuidarse de hacer política. Lo anterior suena a una sentencia de muerte a las bases y valores de pluralismo y participación social en los que se funda el Estado Plurinacional de Bolivia. Hoy como antes es imprescindible reivindicar el derecho a hacer política que tenemos las y los bolivianos, entendiendo política como el compromiso, la visión y la acción en favor del interés colectivo. Esa política es el fundamento de nuestra democracia participativa. La Constitución Política del Estado establece el deber de todas y todos de hacer política. Lo hace por ejemplo cuando nos obliga a cumplir y hacer cumplir las leyes, o cuando nos manda a proteger los recursos naturales y preservar los derechos de las futuras generaciones. La posibilidad de hacer política ciudadana en el país, de modo complementario a la que realizan los funcionarios de gobierno y los partidos políticos, requiere que el Estado respete y garantice de forma irrestricta la libertad de pensamiento y asociación. No existe razón de Estado que justifique la limitación o vulneración de tales libertades y derechos. En AIDA promovemos el ejercicio del derecho al ambiente sano. Creemos firmemente que una sociedad civil fuerte es imprescindible para lograr la implementación efectiva del mismo. 

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El invaluable legado de Douglas Tompkins

El pasado 8 de diciembre, la Patagonia —uno de los últimos lugares prístinos del planeta— vio partir a uno de sus protectores: Douglas Tompkins. A los 72 años, el multimillonario y gran conservacionista perdió la vida en un accidente. Mucho se ha dicho del excéntrico hombre que vendió las empresas que lo hicieron rico y lo dejó todo para emprender un proyecto ambicioso de conservación en Chile y Argentina. Fue visto con recelo cuando comenzó una frenética compra de tierras en el cono sur con el único objetivo de protegerlas. Tompkins pensaba que la conservación efectiva debía ser "grande, salvaje y conectada". Por ello apostó a crear grandes parques nacionales que fueran protegidos aun en su ausencia. Su metodología consistía en adquirir grandes extensiones de tierra, quitar cercos y recuperar ecosistemas para protegerlos permanentemente. Sin cercos, la vida silvestre se mueve libremente, lo que es fundamental para su prosperidad. El plan de conservación A poco más de un mes de enviudar, Kris McDivitt, esposa de Tompkins por 20 años, se reunió con la Presidenta de Chile Michelle Bachelet para ofrecerle la donación de más de 400 mil hectáreas de tierra en la Patagonia chilena, incluyendo millones de dólares en infraestructura. Con ello busca concretar el último de los grandes proyectos de la pareja en Chile: la creación de una red de parques en la Patagonia.  Pero los regalos de los Tompkins vienen condicionados: por cada hectárea que reciben, los Estados deben proteger otras tantas. A cambio de la donación póstuma en Chile, por ejemplo, al Estado se le pide crear nuevos parques nacionales sumando propiedades fiscales a las tierras donadas, ampliar parques nacionales existentes y reclasificar cuatro reservas nacionales. Se espera que las negociaciones concluyan en 2018. Si resultan, se crearía la red de parques nacionales más importante de Chile. En Chile, ya fue donado el Parque Corcovado en la Patagonia y el Yendegaia, compuesto de 38 mil hectáreas al sur de Tierra del Fuego. Además, está en proceso de ser entregado el  parque Pumalín, que junto al Corcovado sumarán 600 mil hectáreas en la Patagonia, de las cuales 500 serían donadas por los Tompkins.  Protección en Argentina En Argentina, Tompkins también donó tierras, entre ellas las ubicadas en la provincia Entre Ríos, donde inició un proyecto de recuperación de suelos, implementando cultivos orgánicos con alta diversificación para revertir el daño del monocultivo industrial. La Patagonia Argentina también recibió su protección con una donación de tierras al Parque Nacional Monte León (66 mil hectáreas) y al Parque Nacional Perito Moreno (15 mil hectáreas). El último proyecto en ese país culminó el diciembre pasado cuando el Estado argentino recibió a Kris Tompkins para aceptar la donación de 150 mil hectáreas de terreno en los Esteros del Iberá, el segundo humedal más grande del planeta. Esa superficie, sumada a las 50 mil hectáreas donadas antes y a las 500 mil que ya son parte del Parque Iberá, crearán una de las reservas más grandes del país. ¡Patagonia sin Represas! Además de contribuir a la creación de parques nacionales, Tompkins apoyó el activismo de grupos conservacionistas en la Patagonia. Una de las iniciativas patrocinadas fue la campaña Patagonia sin Represas. Ésta logró poner freno al proyecto HidroAysén, el cual pretendía construir cinco megarepresas en los ríos Baker y Pascua, los dos ríos libres más caudalosos del país, ubicados en el corazón de la Patagonia. Cuentan testigos que el lema “¡Patagonia sin represas!” se escuchó muy fuerte entre los asistentes al entierro luego de que el último puñado de tierra fue arrojado sobre la tumba de Doug. A finales de los 90, cuando la compra de tierras en Chile y Argentina llegaba a su pico, Tompkins fue acusado de comprar barato y desplazar a los habitantes de la zona, dejándolos sin trabajo. Luego las acusaciones se pusieron más sofisticadas:  se le acusó de comprar tierras para crear un nuevo estado Sionista, de ser espía de la CIA o de buscar adueñarse del agua para exportarla a lugares con sequía. Muchos vieron su labor con sospecha. Quizás les resultaba difícil creer que alguien invierta sumas multimillonarias con el solo objetivo de preservar la perfecta armonía natural que nos rodea. Cualquier acusación era más válida que dar crédito a su única intención: comprar tierras para evitar su explotación y entregarlas al Estado, no a cambio de dinero, sino de compromisos de protección. Digan lo que digan, y sean cuales sean los reparos de sus detractores, en la práctica, el legado que Douglas Tompkins dejó a la humanidad es gigantesco. Conservó más tierras que ninguna otra persona en la historia de Chile y Argentina. Su obra se traduce en manchones verdes en los mapas de la Patagonia. Por ello le estaré eternamente agradecida. ¡FELICITACIONES DOUG Y MUCHAS MUCHAS GRACIAS!  

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Los arrecifes de coral y los impactos imprevistos del turismo

Por Camila Cossio, expasante de AIDA Un día, durante mi pasantía en la oficina de AIDA en San José, almorcé con una amiga de Estados Unidos. Ella me habló de su viaje por las playas de Costa Rica. Todo lo que describía sonaba hermoso: el agua clara y azul, los cangrejos ermitaños que dejaban su concha para desayunar en las primeras horas de la mañana, las frutas dulces que caían sobre la arena suave, y los árboles verdes y frescos que daban sombra ante el cálido clima costarricense. Pero su estado de ánimo cambió de pronto. Pasó de la felicidad a la preocupación al explicar cómo su compañero de trabajo sufrió un corte serio en el muslo cuando una tarde nadó demasiado cerca de un arrecife de coral. Ella estaba preocupada por la falta de preparación de su guía turístico para manejar la situación y por lo irresponsable que parecía que a los turistas se les permitiera —sin tener experiencia en buceo— nadar tan cerca de los arrecifes. Más allá de los peligros físicos para las personas, accidentes como el descrito, aunque parezcan no tener consecuencias, tienen un impacto grave en ecosistemas marinos sensibles como los arrecifes de coral. Los arrecifes de coral son ecosistemas únicos y complejos, vitales para la salud de los océanos. Aún así, 93 por ciento de los arrecifes en Costa Rica están en peligro, y el turismo es un factor significativo en su degradación. Amenazas del turismo a los corales Cuando por accidente los turistas tocan, contaminan o rompen partes de un arrecife, los corales experimentan estrés. Los organismos de coral tratan de luchar contra la contaminación de forma natural, pero este proceso conduce con frecuencia al blanqueamiento del coral, el cual ocurre cuando los corales pierden sus colores brillantes y se vuelven completamente blancos. Una vez que los corales se blanquean, no pueden contribuir más a la biodiversidad de la comunidad de arrecifes, la cual depende de interacciones simbióticas entre peces, invertebrados y sus hábitats. Además, ya que la alteración de un ecosistema del océano afecta gravemente a otros, comunidades de manglar y pastos marinos —especies de plantas de aguas poco profundas vitales para la salud del ecosistema marino— resultan también seriamente amenazadas por el estrés de los corales. Otro problema significativo que los arrecifes de coral enfrentan es la sedimentación. Cuando residuos sólidos son depositados en las profundidades de los cuerpos de agua, contaminan los ecosistemas marinos y bloquean la luz necesaria para la fotosíntesis. Cuando la luz es bloqueada, los inmóviles arrecifes de coral se blanquean y mueren. En Costa Rica, las fuentes de sedimentación incluyen el dragado, la tala, la agricultura y el desarrollo costero impulsado por el sector turístico. Un Arrecife Bajo el Estrés de la Sedimentación: Una Década de Degradación, un estudio del biólogo costarricense Jorge Cortés, documenta los impactos negativos del turismo en los arrecifes de coral de la región de Cauhita, Costa Rica. Otro estudio de caso sobre los arrecifes de Bahía Culebra encontró que el desarrollo costero relacionado con el sector turístico no estaba regulado. Debido a ello, los arrecifes de coral en el Pacífico continúan sufriendo. La sedimentación seguirá destruyendo los arrecifes si no se establecen mejores principios de manejo. En 1994, por ejemplo, un arrecife en Bahía Culebra se quemó debido a los sedimentos sobrantes de la construcción de un centro turístico. Ocho por ciento del arrecife quedó completamente destruido. La literatura científica prevé que 50 por ciento de los arrecifes de coral en América Latina estarán en riesgo en los próximos cinco o 10 años. Estudios muestra que, a nivel global, 30% de los arrecifes ya están seriamente dañados y que se espera que 70% de todos los arrecifes de coral desaparezca en 2030 si no se toman medidas correctivas para detener los impactos antropogénicos negativos en las comunidades de arrecifes de coral.  Construyendo un futuro para los arrecifes de coral El turismo sostenible es un gran concepto en el papel, pero difícil de hacer cumplir en la realidad. La construcción de propiedades costeras requiere el dragado de aguas. Ello crea el drenaje de contaminantes provenientes de caminos, parqueos y aeropuertos. Las aguas residuales que son vertidas al océano y una agricultura más intensiva para cubrir a toda la población incrementan la sedimentación. Aunque es difícil que una sola persona detenga proyectos masivos como éstos, es fácil dar pequeños pero poderosos pasos: no recoger vida silvestre para recuerdos (conchas, restos de coral y plantas); ser consciente de lo que llevas contigo —botellas de agua reusables, una mochila para tu basura en caso de que no exista un lugar cercano para el depósito apropiado de residuos—; tomar el bus en lugar de ir en coche; y, de ser posible, investigar un poco sobre los hoteles u hostales en los que te quedas. Muchos hoteles costeros arrojan sus aguas grises —aguas residuales de la lavandería, cocina y procesos domésticos no sanitarios— en el océano, contribuyendo a la sedimentación y contaminación de los ecosistemas de arrecife de coral. Es importante ser conscientes que muchas actividades realizadas en tierra pueden dañar directamente el ecosistema marino. Ser un turista amigable con el ambiente no tiene que ver con ser perfecto, pero las acciones individuales, aunque parezcan pequeñas, pueden tener realmente un gran impacto. AIDA brinda recomendaciones necesarias para leyes y prácticas efectivas que preserven y protejan a los arrecifes. Consulta nustra Guía de Buenas Prácticas. 

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Las 6 cosas que debes saber sobre las negociaciones climáticas en París 2015

Comunidades en toda América Latina y el mundo entero están enfrentando los severos efectos del cambio climático. A medida que las inundaciones destruyen formas de vida ancestrales y las sequías amenazan la supervivencia de las comunidades, se hace cada vez más evidente la urgencia de que los líderes mundiales actúen. Bajo estas circunstancias apremiantes, líderes del mundo se reunirán este diciembre en París para celebrar la COP21, una reunión de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático que será un parteaguas. Se espera que esta conferencia dé como resultado un nuevo acuerdo global que, esperamos, cree las condiciones para generar una economía más resiliente al cambio climático y con menos emisiones de carbono. Andrea Rodríguez, abogada del Programa de Cambio Climático de AIDA, ha dado seguimiento a algunos elementos clave de las negociaciones climáticas y brindado información y análisis a los creadores de las políticas y a organizaciones de la sociedad civil en todo el continente americano. Con el fin de prepararte para la avalancha de noticias que saldrán de la COP21, hemos pedido a Andrea que nos responda algunas preguntas: ¿Qué es la COP21? La reunion de París será la vigésimoprimera sesión de la Conferencia de las Partes de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, también conocida como la CMNUCC.  Los líderes del mundo se reunirán con el objetivo de firmar un nuevo acuerdo climático global.  La meta primordial de este acuerdo será reducir las emsiones de efecto invernadero y limitar el aumento de la temperatura global a 2° C por encima de los niveles pre-industriales, para que podamos adaptarnos a los nuevos cambios del clima. ¿Por qué es tan importante esta conferencia? El cambio climático es un problema global que requiere soluciones globales.  No importa lo que los gobiernos hagan, si no trabajan en colaboración y toman acciones conjuntas, nunca vamos a lograr brindar una solución efectiva.  Por eso es crucial que exista un espacio global que coordine lo que los países hacen para enfrentar el problema. El tratado global del cambio climático existe desde hace más de 20 años.  Lo que necesitamos de la COP21 es una guía más detallada para garantizar su efectiva implementación.  Si no brindamos claridad con respecto a los pasos exactos que tomaremos para reducir las emisiones de manera oportuna, estamos arriesgando el futuro mismo del planeta. ¿Cuáles son los aspectos clave que AIDA sigue? AIDA da seguimiento a dos componentes clave en el desarrollo de un nuevo acuerdo climático: el financiamiento climático y la protección de los derechos humanos en actividades relacionadas con el clima. Financiamiento climático se refiere a los fondos que se otorgarán a países en desarrollo, que generalmente son los menos responsables y los más impactados por el cambio climático, para que implementen acciones efectivas para enfrentar el cambio climático.  La COP21 necesita ofrecer claridad con respecto a los aspectos específicos de dicho apoyo: ¿cuándo y cómo se entregarán los fondos y de dónde provendrá el dinero?  Ya se acordó una base de $100 mil millones de dólares anuales para el 2020.  Pero ¿cómo garantizaremos que se cumpla esa meta y que siga creciendo?  Y, una vez que se distribuyan los recursos, deben existir mecanismos para garantizar que esos recursos se apliquen de manera adecuada y efectiva.  AIDA también está presionando a los gobiernos para que incorporen protección a los derechos humanos en el acuerdo, puesto que el cambio climático afecta directamente los derechos humanos.  Necesitamos generar amplia conciencia de las dimensiones de los derechos humanos que el cambio climático conlleva.  Eso incluye incorporar lenguaje específico para garantizar la protección de los derechos humanos en todas las acciones climáticas.  Cuando los gobiernos o instituciones planeen proyectos, programas y estrategias enfocadas al clima, también deben considerar cómo esos proyectos afectarán a la gente y sus derechos humanos. ¿Qué significará el acuerdo para los gobiernos? Los gobiernos del mundo necesitan empezar a ver hacia adentro.  Deben hacer un análisis interno para ver qué tienen y qué necesitan, para asegurar que puedan implementar el acuerdo estratégicamente.  Para que un país pueda comprometerse a actuar, primero debe asegurarse de tener la capacidad institucional y los medios para lograrlo. ¿Qué significará para la gente común? El acuerdo climático es un compromiso político, pero definitivamente tendrá repercusiones a nivel local, ya que influirá sobre las políticas nacionales.  Si los líderes pueden crear un acuerdo efectivo, verás al gobierno de tu país cambiar hacia desarrollos de bajas emisiones y mayor resiliencia al clima.  Habrá mejores regulaciones locales, y comenzarás a ver mejoras en las políticas, y eventualmente más acciones resilientes al clima en tu propia comunidad.  Serás menos vulnerable a los efectos del cambio climático. ¿Cómo puede la gente común involucrarse en este tema? Puedes comenzar por exigir más a tu gobierno.  El cambio climático es una lucha política, y tu voz puede ayudar a influir en los resultados.  Investiga qué es lo que tu gobierno quiere y cuáles son sus expectativas; puedes comenzar por familiarizarte con la  Contribución Nacionalmente Designada (INDC por sus sigles en inglés) en tu país.  Después organízate para presionar a tu gobierno para tomar una postura más proactiva. Familiarízate con  el financiamiento climático, y sigue las negociaciones, y ayuda a informar a otros compartiendo nuestro trabajo. Es nuestra tarea como ciudadanos responsabilizar a nuestros gobernantes, y hacer nuestra parte por defender este hermoso planeta tanto como podamos.

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Tajamar: Destrucción de manglares en Cancún

Por Jennifer Roberti Tuve la fortuna de haber crecido en la ciudad de Cancún, ubicada al sureste de México y bendecida con playas paradisiacas y vegetación exuberante. Al haber estado rodeada de naturaleza, aprendí a quererla y a reconocer su importancia para la existencia del ser humano. Por ello veo con preocupación la destrucción de uno de los tesoros naturales de Cancún: sus manglares. Ecosistemas vitales Los manglares son humedales que se desarrollan en regiones costeras tropicales o subtropicales, en zonas  donde la tierra está cubierta por aguas poco profundas (no más de seis metros). El mangle, la principal especie vegetal que conforma estos entornos, es tolerante a la sal y a las inundaciones. Los manglares son de mucha utilidad para el hombre debido, entre otras cosas, a que: Son barreras naturales que nos protegen de tormentas, ciclones y  huracanes. Al haber vivido el paso del huracán Wilma por Cancún, sé de primera mano que la ciudad requiere de esta protección. Ayudan a combatir el cambio climático ya que son sumideros de carbono. En consecuencia, al ser destruidos, liberan el carbono acumulado a lo largo de los años, contribuyendo a las emisiones contaminantes.  Son hábitat de una gran diversidad de fauna como cocodrilos, peces, camarones y aves. Filtran contaminantes, evitando que éstos lleguen a los mares. Pese a su importancia y a ser un ecosistema protegido desde 2007 por el artículo 60 ter de la Ley General de Vida Silvestre, la destrucción de manglares en México continúa. El caso más reciente es el de la zona de Tajamar, en Cancún. ¿Que está pasando? En 2005, la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (SEMARNAT) aprobó la autorización de impacto ambiental (AIA) para que el Fondo Nacional de Fomento al Turismo (FONATUR) construya un centro urbano-turístico con oficinas, comercios, departamentos y un hotel en el predio conocido como el Manglar Tajamar en Cancún. FONATUR vendió luego el predio a la empresa BI & DI Real Estate de México, la cual inició recientemente el desmonte y tala del manglar para dar paso a la construcción. La principal preocupación sobre el desarrollo en Tajamar es el incumplimiento de las condicionantes de la autorización. La SEMARNAT obligó al titular de la autorización a presentar un programa de rescate de vegetación y traslado de fauna como paso previo al inicio de obras. No obstante, especies de fauna protegidas por la legislación mexicana y la Norma Oficial Mexicana de especies en riesgo o peligro de extinción, como los cocodrilos, estaban presentes cuando comenzó el desmonte del manglar, lo cual provocó su muerte. Acción ciudadana Ante lo ocurrido en Tajamar, se presentó ante la Procuraduría Federal para la Protección del Ambiente (PROFEPA) una denuncia ciudadana y una colectiva (respaldada por 4,333 firmas ciudadanas) por el incumplimiento de las condicionantes de la autorización de impacto ambiental del proyecto. Después de realizar varias inspecciones, la PROFEPA ordenó la suspensión total y temporal de las actividades y la realización de medidas correctivas en el lugar. El caso sigue siendo procesado por la Procuraduría, entidad que deberá tomar una decisión definitiva después de considerar las pruebas y alegatos de la empresa. Por otro lado, el Centro Mexicano de Derecho Ambiental (CEMDA) presentó una acción legal para combatir la autorización del centro urbano-turístico en Tajamar. Lo hizo bajo el argumento de que la empresa omitió mencionar que el predio es 65% manglar. Ello quiere decir que la empresa presentó información falsa para obtener el permiso, el cual afecta además al interés colectivo. Si CEMDA gana el juicio, la autorización será anulada, así como cualquier otro permiso derivado de la misma, y se ordenará la restauración del sitio. Este caso es un buen ejemplo del rol crucial que la sociedad civil tiene en el cumplimiento efectivo de las leyes y regulaciones. Gracias a la movilización social, el tema recibió atención nacional, y se están empleando las herramientas disponibles para exigir la implementación de las leyes. En AIDA trabajamos para lograr la protección efectiva de los manglares a nivel nacional e internacional. Por ejemplo, contribuimos a la defensa del estatus de protección legal del Humedal Bahía de Panamá y también participamos en la 12ª Conferencia de las Partes de la Convención de Ramsar (tratado internacional para la protección de humedales) como organización observadora de la sociedad civil.

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