En la microrregión de Ixquisis, al norte del departamento de Huehuetenango, en Guatemala, las tierras son muy fértiles. Ello se debe a que la zona, próxima a la frontera con México, es rica en nacimientos de agua y ríos importantes.
Sus habitantes, en su mayoría mujeres indígenas de ascendencia maya, dependen altamente del agua para llevar a cabo actividades de subsistencia como la pesca y la agricultura.
Pero la vida de las comunidades del lugar ha cambiado drásticamente en los últimos años debido a la construcción de varios proyectos hidroeléctricos, entre ellos las represas Pojom II y San Andrés, financiadas por el BID Invest, brazo privado el Banco Interamericano de Desarrollo (BID).
Las represas han causado la escasez y la contaminación del agua de ríos y de otras fuentes naturales, afectando especialmente a las mujeres, que usan el recurso para el aseo y la preparación de alimentos. Además, los ríos ya no les ofrecen qué pescar y la contaminación ha traído enfermedades estomacales y en la piel.
La falta de agua también ha reducido las cosechas y los ingresos económicos provenientes de la venta de maíz, trigo, frijol, haba, café, caña de azúcar y otros productos. Las condiciones de pobreza en la zona se han profundizado.
Y la situación de riesgo de los habitantes de Ixquisis es más grave, particularmente para las mujeres, quienes ahora tienen miedo de caminar solas pues son víctimas de intimidación y estigmatización. Viven con miedo a represalias hacia ellas o hacia sus esposos e hijos.
Pese a ello, las mujeres desempeñan un rol muy importante en la oposición de las comunidades a las hidroeléctricas. Como guardianas de sus tierras y agua, han salido en su defensa y seguirán luchando para evitar que su deterioro siga dañando su vida y la de sus familias.