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Combatiendo a los Contaminantes Climáticos de Vida Corta (CCVC)

 
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Los encuentras cada día: el hollín del escape de los automóviles y la leña (carbono negro), los gases que hacen que los refrigeradores y aires acondicionados enfríen (hidrofluorocarbonos), el gas natural que hace funcionar tu cocina (metano) y el ozono del nivel del suelo formado por luz solar y emisiones de combustibles fósiles. Los contaminantes climáticos de vida corta están a nuestro alrededor. Su control tiene un gran potencial en la lucha contra el cambio climático.

Los contaminantes climáticos de vida corta (CCVC) son llamados así porque permanecen en la atmósfera un tiempo relativamente corto, desde unos pocos días hasta unas cuantas décadas. En contraste, el dióxido de carbono (CO2) puede permanecer siglos. Sin embargo, los CCVC contribuyen de manera importante al cambio climático, degradan la calidad del aire y tienen impactos graves en la seguridad alimentaria y la salud de las poblaciones más vulnerables del mundo.

De acuerdo con el Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático, los CCVC son responsables de más del 30 por ciento del calentamiento global (estudios más recientes estiman que su contribución puede llegar al 45 por ciento).

El control efectivo de los CCVC podría generar un avance significativo en la lucha a corto plazo contra el cambio climático, ganando tiempo para implementar soluciones de largo plazo. Implicaría además mejor calidad del aire, reducción de muertes prematuras por enfermedades cardíacas y respiratorias, y la mejora del rendimiento de los cultivos.

 

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    Contaminación Tóxica

    Un plan para descontaminar nuestros ciudades y contener la crisis climática

    En una carta pública presentada en la COP25, más de 100 organizaciones de varios países instan a que los gobiernos incluyan metas ambiciosas y medibles de reducción de los contaminantes climáticos de vida corta en sus nuevos compromisos climáticos, los cuales deben presentar ante Naciones Unidas hasta marzo de 2020. ¡Tú puedes ayudar a que no dejen pasar esta oportunidad: ¡Firma Aquí! Lee la carta en Portugués // en inglés  La mala calidad del aire es el problema ambiental que más vidas cobra a nivel mundial. Cada año, más de 4 millones de personas mueren por los daños que la contaminación atmosférica causa en la salud. Datos oficiales dan cuenta que a nivel global nueve de cada diez personas respiran aire contaminado, y que el problema afecta a más del 80% de quienes viven en ciudades. La mayoría de las personas afectadas está en países en desarrollo y los daños afectan de manera más grave a los sectores más vulnerables de la población: niños y niñas, mujeres embarazadas y adultos mayores. Por otro lado, la humanidad se encuentra hoy gravemente amenazada por una emergencia climática cuyos impactos los sufren también con mayor fuerza los segmentos más vulnerables de la población. Ambos problemas, la crisis climática y la mala calidad del aire, se relacionan con la atmósfera que nos rodea, y son un asunto de derechos humanos. En ese sentido, existe una forma de avanzar de manera eficiente en ambos frentes. Se trata de una oportunidad que debemos aprovechar, y tiene que ver con la reducción de las emisiones de los Contaminantes Climáticos de Vida Corta (CCVC). Los Contaminantes Climáticos de Vida Corta son agentes atmosféricos que contribuyen a la crisis climática con mucha más intensidad que el dióxido de carbono (CO2) y, como su nombre indica, tienen una permanencia relativamente corta en la atmósfera, desde días hasta décadas; a diferencia del CO2, que puede durar incluso milenios en la atmósfera. Además, los CCVC degradan la calidad del aire, afectan zonas glaciales y reducen el rendimiento de los cultivos. Los principales CCVC son el carbono negro, el metano, el ozono troposférico y los hidrofluorocarbonos (HFC). Apuntar a su mitigación implica reducir el calentamiento del planeta en el corto plazo y, al mismo tiempo, avanzar en la descontainación de las ciudades. Esta oportunidad ya ha sido respaldada por la ciencia. El Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático de Naciones Unidas (IPCC, por sus siglas en inglés), que agrupa a expertos y expertas en el tema, destacó, en su Informe Especial sobre los 1.5°C, que para enfrentar el calentamiento global debemos incorporar a nuestros esfuerzos la mitigación de contaminantes que no sean CO2, específicamente el carbono negro y el metano. Recientemente, al llamado se unieron más de 11 mil científicos de todo el mundo, que en una declaración pública reconocieron la emergencia climática, identificando entre las medidas necesarias para solucionarla la pronta reducción de los CCVC, destacando que ello reduciría el calentamiento en más de 50% para las próximas décadas. Con la próxima actualización de las Contribuciones Determinadas a Nivel Nacional (NDC, por sus siglas en inglés), que contienen los compromisos climáticos que los gobiernos deben presentar ante la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC), se abre la posibilidad de apostar por la mitigación de estos contaminantes y de contribuir efectivamente a la lucha contra la crisis climática y la mala calidad del aire. El plazo para que los gobiernos presenten nuevas y más ambiciosas Contribuciones Determinadas a Nivel Nacional vence en marzo del 2020. Por todo lo anterior, las organizaciones abajo firmantes consideramos que los gobiernos de los Estados que son parte de la CMNUCC deben respetar los derechos humanos, protegerlos bajo los más altos estándares y considerarlos en sus compromisos climáticos. En ese sentido, les solicitamos: Incluir metas ambiciosas y medibles de reducción de los contaminantes climáticos de vida corta en la actualización de sus NDC hacia marzo del 2020.   Detallar en sus compromisos los medios de implementación, los cuales deben asegurar el cumplimiento de las metas que establezcan.   Enmarcar el cumplimiento de sus compromisos en políticas integrales que reconozcan los diferentes niveles de afectación entre la población, con especial énfasis en la protección de niños, niñas y otros grupos vulnerables.   Especificar los procedimientos de monitoreo, reporte y verificación que acompañarán la implementación de sus compromisos.   Velar para que los gobiernos locales y las empresas respeten las políticas que se establezcan y adecuen sus acciones a la urgente necesidad de mejorar la calidad del aire.   Descarga la Carta

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    COP25: Organizaciones piden a gobiernos mejorar la calidad del aire y con ello frenar la crisis climática

    En una carta abierta, organizaciones sociales y ambientales de América Latina y de todo el mundo instan a los gobiernos a limitar los contaminantes climáticos de vida corta en sus compromisos climáticos internacionales, los cuales deben presentar ante Naciones Unidas hasta marzo de 2020. Madrid, España. Los gobiernos de los países miembro de la Convención Marco de Naciones Unidas sobre el Cambio Climático deben incluir metas ambiciosas y medibles de reducción de los contaminantes climáticos de vida corta (CCVC) en sus nuevos compromisos climáticos. Así lo solicitaron más de 100 organizaciones de varios países en una carta abierta presentada hoy durante la vigésimo quinta Conferencia de las Partes (COP25) de la Convención y en el marco del Día de los Derechos Humanos. “Apuntar a la mitigación de los contaminantes climáticos de vida corta implica reducir el calentamiento del planeta en el corto plazo y, al mismo tiempo, avanzar en la descontaminación de las ciudades”, señaló Javier Dávalos, Coordinador del Programa de Cambio Climático de la Asociación Interamericana para la Defensa del Ambiente (AIDA). Estos contaminantes también son conocidos como “súper contaminantes climáticos” porque contribuyen a la crisis climática con mucha más intensidad que el dióxido de carbono (CO2). Y, como su nombre indica, tienen una permanencia relativamente corta en la atmósfera, desde días hasta décadas; a diferencia del CO2, que puede durar incluso milenios en la atmósfera. Los principales CCVC son el carbono negro, el metano, el ozono troposférico y los hidrofluorocarbonos (HFC). Además, los CCVC degradan la calidad del aire, afectan zonas glaciales y reducen el rendimiento de los cultivos. La mala calidad del aire es el problema ambiental que más vidas cobra a nivel mundial. Cada año, más de 4 millones de personas mueren por los daños que la contaminación atmosférica causa en la salud. Los beneficios de reducir las emisiones de los CCVC ha sido respaldada por la ciencia. El Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático de Naciones Unidas (IPCC, por sus siglas en inglés), que agrupa a expertos y expertas en el tema, resaltó que para enfrentar el calentamiento global debemos incorporara a los esfuerzos la mitigación de los contaminantes que no sean CO2, específicamente el carbono negro y el metano. Asimismo, más de 11 mil científicos de todo el mundo destacaron que la pronta reducción de los CCVC reduciría el calentamiento en más de 50% para las próximas décadas. “Con la próxima actualización de las Contribuciones Determinadas a Nivel Nacional (NDC, por sus siglas en inglés), se abre la posibilidad de apostar por la mitigación de estos contaminantes y de contribuir efectivamente a la lucha contra la crisis climática y la mala calidad del aire”, dijo Florencia Ortúzar, abogada de AIDA. El plazo para la actualización vence en marzo de 2020. Por ello, las organizaciones solicitan en la carta que los gobiernos incluyan hasta esa fecha metas ambiciosas y medibles de reducción de los contaminantes climáticos de vida corta —y que detallen cómo van a implementar, monitorear y reportar su progreso— en los nuevos compromisos que presenten ante Naciones Unidas. "Las soluciones necesarias para reducir y eliminar cada uno de los cuatro contaminantes climáticos de vida corta no son un misterio. Son conocidas y han sido probadas. Pero necesitamos que los gobiernos prioricen estas soluciones para poder evitar los peores impactos de cambio climático", comentó Amanda Maxwell, directora de proyectos en Latinoamérica para el Consejo para la Defensa de Recursos Naturales (NRDC por sus siglas en inglés). Además de la carta abierta, las organizaciones lanzaron una petición ciudadana en línea para que la causa sea apoyada con las firmas de personas de todo el mundo. Ambos problemas, la crisis climática y la mala calidad del aire, afectan de manera más grave a los grupos y segmentos más vulnerbales de la población, entre ellos niños y niñas, mujeres embarazadas y adultos mayores. Por ello su resolución es un asunto de derechos humanos.   Lee la carta dirigida a gobiernos. Lee y firma la petición ciudadana. Contactos de prensa Victor Quintanilla (México), AIDA, [email protected], +521 5570522107 Fabiola Nuñez, NRDC, [email protected], +1 (646) 889-1405 Renata Assumpção (Brasil), Instituto Alana, [email protected] Ricardo Ruiz (México), CEMDA, [email protected], +5215559644162  

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    La contaminación del aire daña tu salud desde el primer día

    Aunque ocurren por temporadas todos los años, las enfermedades respiratorias se agudizan cada vez más. Es la impresión que tiene la médica pediatra Gina Pinilla, quien trabaja en Bogotá, la capital colombiana. Cuando la calidad del aire disminuye, las complicaciones de salud de los niños y niñas que llegan a urgencias se incrementan. Pero lo que la doctora Pinilla ha observado en más de una década de experiencia no es mera impresión. Un estudio realizado por un equipo multidisciplinario de varias universidades de Colombia evidencia que los daños a la salud por la mala calidad del aire se notan desde el primer día. Los ingresos hospitalarios aumentan en las primeras 24 a 72 horas y pueden extenderse por casi dos semanas. Es el primer estudio “multi-ciudad” que se realiza en Colombia y en América Latina para determinar la relación entre la contaminación del aire y las enfermedades respiratorias y circulatorias en la población, señala la doctora Laura Rodríguez, de la Universidad Industrial de Santander y quien lideró la investigación. Cada contaminante afecta de forma diferente Uno de los hallazgos que más llamó la atención a los investigadores es que los daños que causan los contaminantes no son los mismos para niños y niñas que para adultos. Para los primeros se manifiestan como enfermedades respiratorias y en los adultos son complicaciones cardiovasculares. “Para los niños, hay más afectación entre aquellos que tienen de 5 a 9 años. Esto no quiere decir que los más chiquitos no estén afectados, pero es más probable que los que están en este grupo tengan un episodio que los lleve a urgencias”, explica la doctora Rodríguez. Cuando un niño o niña presenta complicaciones respiratorias puede quedarse hasta una semana hospitalizado y conectado a un apoyo respiratorio. “Son niños que necesitan hospitalizaciones prolongadas. Por una semana, quedan dependientes de máquinas de oxígeno. Después quedan con secuelas y se enferman frecuentemente”, cuenta la doctora Pinilla. La ventilación mecánica es muy agresiva para el cuerpo de los infantes, pues se les debe sedar, a veces por días. Ahora bien, la mezcla de contaminantes afecta también de manera diferente según la edad. “La contaminación en cada ciudad tiene su comportamiento propio: la interacción, la cantidad y mezcla cambian entre ciudades”, precisa la doctora Rodríguez. Por ejemplo, en Bogotá, la contaminación por dióxido de azufre (SO2) y material particulado (PM10 y PM2.5) se relaciona con enfermedades circulatorias de personas mayores de 60 años. Y la contaminación por dióxido de nitrógeno (NO2), dióxido de azufre y partículas PM2.5 aumenta significativamente la hospitalización de personas menores de 15 años. La investigadora dice que al daño causado por el dióxido de nitrógeno no se les da mucha importancia, pese a que está asociado con enfermedades cardiovasculares en adultos. Y, cuando ese contaminante se combina con dióxido de azufre y materiales particulados, sus efectos se potencian, explica al mencionar un seguimiento que analiza cómo interactúan los contaminantes. La contaminación afecta, aún en pequeñas cantidades Otro hallazgo importante del estudio da cuenta que no es necesario que los contaminantes lleguen a los límites máximos permitidos para que comiencen a dañar la salud. Por ejemplo, aunque el dióxido de nitrógeno sí es considerado nocivo, la regulación ha establecido límites de emisión muy altos. “Llegar a esos límites es muy difícil, la ciudad tiene que estar en una contaminación absurdamente alta para que las alertas suenen. El efecto en la salud no está relacionado con que se exponga a los límites o no, sino con el tipo de mezcla que usted está respirando porque los contaminantes se están potenciando entre sí”, explica la doctora Rodríguez. En varias ciudades de América Latina, los límites de contaminación que la reglamentación permite superan las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud. Por ejemplo, el promedio anual de las PM10 (que son partículas sólidas como cenizas, hollín y polvo) en Bogotá es de 38 µg/m3 (microgramos por metro cúbico), cuando la OMS recomienda un máximo de 20. Otras ciudades de la región registran promedios anuales todavía mayores: 40 (Monterrey), 55 (Ciudad de México), 62 (Lima) y  69 (Santiago). ¿Qué significa esta información para tu ciudad?  Cuando la mala calidad de aire alcanza su nivel más crítico, el hospital se queda sin camas y muchos niños y niñas con enfermedades respiratorias se quedan en el área de urgencias, explica la doctora Pinilla. Tristemente, es una situación común debido a que no hay planes de acción ante las contingencias ambientales. Para la doctora Laura Rodríguez, el resultado más importante de su investigación es la evidencia de que hay efectos ante ciertos índices de contaminación que pueden ayudar a que las instituciones tomen cartas en el asunto. Son tres acciones las que pueden adoptar: Controlar y regular los parámetros de calidad del aire de las emisiones de las industrias y considerar la medición de otros contaminantes. Incrementar los esfuerzos de comunicación hacia la población sobre los riesgos de los niveles de contaminación en sus ciudades. Preparar a las instituciones hospitalarias, sobre todo en los primeros meses del año, cuando la contaminación alcanza su nivel más alto, agravado por variaciones en el clima. La investigadora destaca la importancia de hacer planes e investigaciones intersectoriales y multidisciplinarios que logren comprender el panorama de la contaminación del aire, y de asegurar que esa información llegue a manos de las autoridades. El estudio fue realizado también por Julián Alfredo Fernández-Niño (U. del Norte, Barranquilla), Néstor Rojas (U. Nacional), Luis Camilo Blanco (U. Santo Tomás) y Víctor Herrera, U. Autónoma de Bucaramanga). Consúltalo aquí.  

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