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Foto: #RealChileProtegiendo los mares de la Patagonia chilena de la industria del salmón
En la región de Magallanes, ubicada en plena Patagonia chilena, está el mayor número de áreas naturales protegidas del país. Glaciares, lagos, ríos y mares —alimentados por nieves permanentes— conforman paisajes únicos que son hogar de muchas especies protegidas como la ballena azul, el cachalote, el pingüino de Magallanes, la foca elefante, la tortuga laúd, el delfín austral y el delfín chileno, entre otras.
Las frías aguas de este rincón alejado del mundo son aún prístinas y, por tanto, menos resistentes a la presencia de actividades humanas de alto impacto. Esa fragilidad está siendo de a poco invadida por la industria del salmón, que ya ha causado estragos ambientales en otras regiones del país.
En Chile, los criaderos de salmón se han multiplicado en condiciones dañinas para la naturaleza y sin una regulación y supervisión adecuada por parte de las autoridades. Las empresas de esa industria han sobrepasado el número de peces que las aguas pueden soportar y las han llenado de cantidades enormes de antibióticos y otros químicos con los que alimentan a los salmones. Esos desechos, junto con las heces de los propios animales, provocan, entre otros daños, la falta parcial o completa de oxígeno, lo cual amenaza toda forma de vida en el mar.
Las grandes salmoneras han puesto ahora los ojos en la región de Magallanes, causando ya daños verificados. Según una auditoría gubernamental, más de la mitad de las granjas de salmón que operan allí actualmente están afectando la disponibilidad de oxígeno de la zona, algo que no ocurría antes de su llegada.
Lee nuestro informe sobre los riesgos de la expansión salmonera
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Los corales son ecosistemas muy frágiles que además de ser vulnerables ante el cambio climático y la contaminación, entre otras amenazas, deben competir por luz y oxígeno con las macro algas que los cubren. Y, sobre todo en el Caribe, la salud de los corales está en riesgo grave porque están perdiendo a sus mejores aliados: los peces herbívoros, especies que se alimentan de algas y cuya población está disminuyendo debido a la pesca no sostenible. Magie Rodríguez, parte del Programa de Biodiversidad Marina y Protección Costera de AIDA, sabe de la fragilidad de los corales y de la importancia de proteger a estos peces para conservarlos. Actualmente colabora con un proyecto de la organización para la conservación de peces herbívoros en Colombia, Costa Rica, Guatemala, Honduras, México y Panamá. Conservación de peces herbívoros El pez loro es uno de los grandes residentes herbívoros de los arrecifes de coral. Pasa casi todo el día mordisqueando los corales, limpiándolos de algas. También come corales muertos, aquellos que se desprenden de los arrecifes, para luego defecarlos como arena blanca. También es el principal responsable de que el buceo por esos entornos sea una experiencia tan colorida. Cada especie de pez loro, hay más de 90, tiene un esquema de color diferente. Además, estos peces cambian sus atuendos extravagantes al crecer. Lucen de una manera cuando son bebes y de otra al ser adolescentes y luego adultos. “Una de las claves de la pesca sostenible es capturar peces adultos, que ya se han desarrollado y reproducido, pero lo que se está haciendo en el Caribe es pescar peces loro jóvenes”, explica Magie. Aunque no son especies comerciales, los peces herbívoros están siendo capturados porque no hay nada más que pescar en la zona, cuya población tiene en la pesca su principal medio de ingresos y alimentación. Esa actividad se ha llevado a cabo de forma irresponsable, causando que las poblaciones de peces comerciales disminuyan drásticamente y, como consecuencia, también las de herbívoros. Asimismo, las herramientas usadas para la pesca son redes de enmalle y anzuelos, que causan muchas capturas incidentales, es decir que animales marinos que no son objeto de la pesca sean también capturados. Se usan también arpones o trampas de pesca, las cuales evitan que los peces más jóvenes escapen y continúen su ciclo de vida. Los peces cirujanos son peces tropicales muy bonitos y otras víctimas de la pesca irresponsable en el Caribe. Son pequeños y tienen dientes afilados con los que mastican las algas que pueden ahogar a los corales. Muchos ejemplares viven en cautiverio porque son muy codiciados para acuarios caseros. La especie saltó a la fama con Dory, la protagonista de la secuela del film Buscando a Nemo y que aumentó la demanda del pez cirujano para acuarios. La situación es parecida para el pez damisela, especie pequeña y colorida que también juega un papel clave en la salud de los corales. Hace las veces de jardinero, ahuyentando a las macro algas para ayudar al crecimiento de otras algas más pequeñas de las que se alimenta. Estrategias de conservación El proyecto de AIDA para la conservación de peces herbívoros en el Caribe, cuenta Magie, está en una fase inicial. Su objetivo es la implementación de estrategias diversas en los países escogidos, no sólo prohibiciones de pesca, sino también la adopción general de herramientas de pesca sostenible que tengan en cuenta el componente turístico de los corales. “Es necesario conseguir la recuperación no únicamente de las poblaciones de peces herbívoros, sino también las de especies comerciales, traer de vuelta el equilibrio”. El proyecto contemplará además estrategias adecuadas de manejo de aguas residuales, educación de consumidores y un trabajo conjunto con gobiernos, ONG, universidades y científicos. Los corales son, entre cosas, fuente de ingresos económicos y alimentos para comunidades costeras que viven de la pesca y el turismo. Y son barreras naturales contra tormentas y huracanes. “Ellos hacen mucho por nosotros y nos corresponde cuidarlos. Lo mejor que podemos hacer para mantenerlos sanos es proteger a los peces herbívoros”, dice Magie convencida.
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