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Celebrando 7 Logros para Cerrar el 2017
El año está próximo a concluir y estamos felices de compartirte varios avances recientes logrados en favor de la protección ambiental en América Latina. Cada proyecto que emprendemos o cada caso que ganamos es un paso que nos acerca a una región más justa, a un mundo más sano para nuestros hijos. Gracias a tu apoyo, nosotros:1. Salvamos el humedal costero más grande de ColombiaSolicitamos, con éxito, que Colombia incluyera a la Ciénaga Grande en la lista mundial de humedales en riesgo, abriendo paso al apoyo financiero y técnico necesario para la recuperación del sitio.Conoce Más 2. Creamos la Red de Justicia Ambiental en Bolivia Fundamos en Bolivia una coalición de organizaciones ambientales y de derechos humanos para apoyar los esfuerzos ciudadanos para defender el ambiente y a quienes dependen de él.3. Abogamos para proteger la Patagonia de las granjas de salmón Le pedimos a Chile investigar los daños causados por la industria salmonera en la Patagonia Sur, y lanzamos una campaña ciudadana para concientizar sobre esa amenaza creciente. Conoce Más4. Garantizamos atención médica a víctimas de contaminación tóxicaGarantizamos atención médica especializada para habitantes de La Oroya, Perú, cuyas vidas y salud han sido afectadas por años a causa de la contaminación con metales pesados de una fundición que opera cerca de sus hogares.Conoce Más5. Protegimos a las tortugas en el alta marRepresentamos a la ciudadanía y a la sociedad civil de América Latina en el proceso de creación, en el marco de Naciones Unidas, de un tratado para proteger la parte del océano que es de todos y la vida que alberga.Conoce Más6. Promovimos el retiro de una inversión minera en un humedal protegidoConvencimos al Banco Mundial de retirar su apoyo a una mina de oro en el páramo de Santurbán, un ecosistema protegido y fuente de agua para millones de colombianos. Conoce Más7. Asesoramos a una comunidad en su lucha para prohibir la mineríaBrindamos asesoría legal y científica a los habitantes de Cajamarca, Colombia, quienes votaron con un margen de 98% para prohibir toda actividad minera en su territorio.Conoce Más
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Uniéndome a la búsqueda de justicia para las víctimas de Belo Monte
El 1 de abril de 2011, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos otorgó medidas cautelares en favor de los pueblos indígenas afectados por la construcción de una gran represa sobre el río Xingú, en la Amazonía brasileña. Fue entonces que supe de la represa Belo Monte. Ese año, trabajaba como defensora de derechos humanos en Colombia, mi país natal. La Comisión había ordenado suspender cualquier permiso y obra relacionada con la represa hasta que se garantizara la protección de los derechos de las comunidades indígenas afectadas. Recuerdo que la decisión generó gran conmoción y un fuerte rechazo del gobierno de Brasil a través de diferentes decisiones diplomáticas. Su postura fue respaldada por otros Estados de la región que, con una solidaridad inusual, cuestionaban la competencia del organismo internacional para otorgar ese tipo de medidas en relación con proyectos de “desarrollo”. Debido a la presión, la Comisión, por primera vez en su historia, modificó una decisión: Brasil debía seguir garantizando la vida e integridad de las personas afectadas, pero la construcción no se podía suspender. Nunca entendí la reacción de Brasil y de los demás países. La Comisión solo había cumplido uno de sus mandatos, buscando evitar daños irreparables a los derechos de un grupo de personas a causa de un proyecto sobre el cual no se les consultó. Un proyecto que no contaba con estudios adecuados sobre sus impactos sociales y ambientales y que desde entonces anticipaba graves daños en ambos sentidos. Las comunidades indígenas y ribereñas, que por años han sabido cuidar del río Xingú, quedaron a expensas de un proyecto que, al interrumpir el caudal, afectaría irreversiblemente sus modos de vida y medios de subsistencia. La esperanza continúa Han pasado más de 6 años desde que el caso fue puesto en conocimiento de la Comisión que, como órgano del Sistema Interamericano de Derechos Humanos de la OEA, está llamado a proteger los derechos humanos en el continente. En ese tiempo, el proyecto Belo Monte siguió su curso y las amenazas de daños ecológicos y sociales se volvieron una realidad. La represa ha causado el desplazamiento forzado de más de 40.000 personas, agravado la pobreza y los conflictos sociales en la zona donde fue construida; saturado los sistemas de salud, educación y seguridad pública en la ciudad más próxima; vulnerado el derecho a la vivienda digna de miles de familias; e incrementado la violencia contra personas defensoras de derechos humanos. Causó y sigue causando daños al ecosistema de la Amazonía, contribuyendo a profundizar el cambio climático y sus impactos. Pese a todo, la esperanza de conseguir justicia para las personas afectadas también ha sido alimentada con el tiempo. Y este año la vida me llevó a involucrarme activamente en esa tarea. Desde septiembre, soy la abogada sénior del Programa de Derechos Humanos y Ambiente de AIDA. Me honra unirme a una ONG regional que, en alianza con organizaciones locales, ha dedicado años de trabajo para que las comunidades del río Xingú obtengan reparación por los daños sufridos, y para generar estándares de protección ambiental y de los derechos humanos. En 2010, AIDA y sus socios solicitaron las medidas cautelares a la Comisión y un año después presentaron ante ella la denuncia formal contra el Estado brasileño por las violaciones de derechos humanos relacionadas con Belo Monte. En diciembre de 2015, la Comisión abrió el caso a trámite. El 31 de octubre de este año, la Comisión le dio un nuevo impulso al proceso de litigio interpuesto contra Brasil: decidió unir dos etapas que, por regla general, se tramitan de forma separada. En la primera se verifican los aspectos necesarios sobre la admisibilidad del caso. Y en la segunda se toma una decisión de fondo que analiza si un Estado incumplió o no las obligaciones internacionales que se comprometió respetar al firmar la Convención Americana de Derechos Humanos. Tanto el Estado como los denunciantes deben presentar ahora alegatos y respuestas respecto de la admisibilidad y la decisión de fondo. La Comisión emitirá luego una decisión que cubra esos dos aspectos. La Comisión hizo una excepción que puede agilizar el proceso. Las circunstancias que permiten ello, y que están en su reglamento, se refieren a la existencia de las medidas cautelares. La Comisión puede emitir recomendaciones para que Brasil repare las violaciones cometidas. De ser incumplidas, puede remitir el caso a la Corte Interamericana de Derechos Humanos, órgano que tiene la facultad de emitir un fallo que condene a Brasil y recomendar medidas de reparación. Lecciones valiosas Belo Monte es, sin duda, una lección para el continente. El caso demuestra que los proyectos de ese tipo son ambientalmente inviables y generan daños irreparables en los derechos humanos, por lo que no son una forma posible de desarrollo. Belo Monte evidencia además que los Estados deben replantear sus modelos energéticos y volcar sus esfuerzos a promover energías limpias y sostenibles. Es también una señal de alerta para que las instituciones financieras eviten invertir en proyectos con impactos socioambientales. Y es una oportunidad para que el Sistema Interamericano de Derechos Humanos genere precedentes valiosos que eviten otros “Belo Monte” en la región. ¡Desde AIDA, estoy preparada para contribuir a la lucha por un ambiente sano en este y en otros casos! ¡El viaje apenas comienza
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Cuando la naturaleza es tu mejor cliente
Los abogados y abogadas de AIDA no solo tienen en común haber nacido en América Latina y vivir en la región. También comparten un gran respeto por el ambiente y por quienes dependen de él. Crecieron con ese sentimiento y ahora lo vuelcan a la protección de comunidades y ecosistemas claves en sus países. Uniendo a la comunidad ambiental en Bolivia Claudia cree en la justicia ambiental. “Sin calidad de vida y un ambiente adecuado para las personas, son vulnerados los derechos humanos básicos”, dice. Esa creencia la llevó a estudiar Derecho y a trabajar luego, desde la sociedad civil, para promover la producción de alimentos sanos, cultivados sin el uso de agroquímicos. Ese tipo de agricultura, con menores impactos ambientales y más beneficios para las comunidades, es la que Claudia recuerda con cariño de su niñez en Cochabamba, Bolivia. En todas las casas había huertas. Desde muy pequeña, cosechaba moras y tenía a la mano manzanas, higos, guayabas y otras frutas frescas. Pero con la urbanización, el valle se convirtió en ciudad y las áreas verdes fueron reemplazadas por edificios. “Fue un choque ver esos cambios hechos en nombre del progreso”. Claudia tiene claro ahora que su aporte debe hacerlo desde el Derecho ambiental y que tendrá más impacto si llega a más personas. Por ello se unió al Programa de Agua Dulce de AIDA, donde brinda apoyo legal gratuito a gobiernos, comunidades y organizaciones locales. Uno de sus logros ha sido articular exitosamente los esfuerzos aislados para enfrentar problemas ambientales comunes. Claudia impulsó este año la consolidación de la Red de Justicia Ambiental en Bolivia, un espacio de coordinación para que organizaciones e individuos desarrollen estrategias conjuntas usando herramientas legales y académicas. Como resultado, la Red organizó hace poco un foro de dos días sobre cómo obtener justicia ante los daños de la minería en el país. “He visto las formas de entender el mundo de los pueblos indígenas en Bolivia y sus formas de relacionarse con la Madre Tierra. En las ciudades, la naturaleza es vista como un objeto; para los indígenas es la casa grande que tienen que cuidar porque les da todo. Hice mía esa visión”. Protegiendo arrecifes de coral en México Los primeros acercamientos de Camilo con el mar se remontan a Boca del Cielo, una playa de la costa de Chiapas, México, a la que se llega por un estero. Allí disfrutó de las olas y los mariscos, y vio emocionado sus primeras especies de tortuga marina, y manglares altos en los que revoloteaban aves y monos. Durante su niñez en San Cristóbal de las Casas, donde nació, su padre le enseñó a nadar a contracorriente en las Cascadas de Agua Azul, una importante reserva natural. “Él ama la naturaleza y siempre nos ha transmitido ese sentimiento a mis hermanos y a mí”, cuenta Camilo, quién ahora vive con su hijo Emiliano en La Paz, Baja California Sur. Vivir en una ciudad costera le hizo comprender aún más la importancia de los océanos y su interconexión vital con los entornos terrestres. Camilo aplica ese entendimiento a su labor como abogado del Programa de Protección Marina y Costera de AIDA. Trabaja, por ejemplo, para salvar al Sistema Arrecifal Veracruzano, el ecosistema de coral más grande del Golfo de México, una barrera natural frente a tormentas y huracanes, y fuente de sustento para comunidades pesqueras. El sitio está seriamente amenazado por el proyecto de ampliación del puerto de Veracruz. Camilo busca que el gobierno de su país respete los tratados internacionales que firmó y que le obligan a preservar ese sitio y toda la biodiversidad de su territorio. Cuando estudiaba Derecho en Chiapas, Camilo disfrutaba explorar cuevas subterráneas en su tiempo libre. Llegaba a ellas gracias a la guía de campesinos de la zona. “El contacto con la naturaleza te lleva a conocer a las comunidades que la cuidan desde siempre, a entender y valorar sus formas de vida”. Buscando lluvia en Brasil Si alguien conoce el valor de la lluvia son las personas que viven en el estado de Paraíba, al nordeste de Brasil, azotado por una sequía extrema hace años. Allí, según información oficial, el número de ciudades sin agua en los grifos subió de 25 a 40 entre 2016 y 2017. “La sequía ha marcado nuestros hábitos, alimentación y cultura”, cuenta Marcella, quien nació en la ciudad de João Pessoa, capital de Paraíba. Marcella es abogada y vive ahora en Recife, en el estado de Pernambuco. Es becaria del Programa de Derechos Humanos y Ambiente de AIDA. Desde ahí busca borrar la marca de la sequía en Paraíba. Uno de los casos en los que trabaja es el de la represa Belo Monte, construida en la Amazonía. “Las grandes represas no son fuente de energía limpia y están dañando Amazonía, un ecosistema que regula el clima y que es clave para que llueva en Brasil y en el mundo; al trabajar en este caso, contribuyo a que exista lluvia en mi estado”, dice convencida. En junio, Marcella visitó Altamira, la ciudad más próxima a Belo Monte. Habló con personas cuya forma de vida fue destruida por la represa. “Conocí a alguien que solía pescar, cultivar su propia comida y vender lo que le sobraba en la ciudad; con la represa, su isla fue inundada y lo perdió todo”. Para ella, no existe otra manera de entender la gravedad de los impactos de proyectos inadecuados que escuchar a los afectados. “Eso me da la noción de realidad. Ayudar a conseguir justicia para estas personas es mi obligación, es lo mínimo que puedo hacer, desde lo que sé hacer: ser abogada”.
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Seminario virtual "El Fondo Verde del Clima, rumbo al 2018"
Este año, la Junta Directiva del Fondo Verde del Clima se reunió tres veces, siendo ya un total de 18 reuniones las que ha realizado desde su creación. Hasta la fecha, el Fondo ha aprobado 54 propuestas de financiamiento y 59 entidades de todo el mundo han obtenido su acreditación, para canalizar su apoyo hacia programas y proyectos de adaptación y mitigación del cambio climático en países en desarrollo. En el seminario virtual, miembros de la sociedad civil y de entidades acreditadas ante el Fondo hicieron un balance de lo que fue el 2017 para este importante mecanismo de financiamiento climático, incluyendo las perspectivas para el próximo año. Grabación Presentaciones
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La mina escondida que amenaza el agua en Colombia
Para mí, algo vivo como el agua no puede ser compensado con algo muerto como el oro u otros metales. Cuando se discute sobre proyectos mineros que ponen en riesgo ecosistemas y a las comunidades que dependen de ellos, se suele argumentar que toda actividad humana genera impactos, algo obvio que no resuelve el problema de fondo. ¿Cuándo empezaremos a reciclar en lugar de extraer recursos? ¿Cuándo vamos dejar de otorgarle valor a algo escaso, pero tan corriente como el oro? ¿Cuándo trataremos con un respeto duradero a entornos de los que depende nuestra vida y la de otros seres que también tienen derecho a existir? Tener en cuenta lo anterior es crucial no solo para Colombia, de donde soy, sino también para el resto de países de América Latina. En septiembre supe que había sido publicado el Estudio de Impacto Ambiental de un nuevo proyecto minero ubicado en los municipios de Suratá y California, cerca del páramo de Santurbán, fuente de agua para más de un millón de personas en Colombia. Esta vez es una corporación internacional la que pretende llevar a cabo la propuesta. Busca extraer oro, plata y otros metales del subsuelo. En el pasado, y desde hace casi 10 años, otras empresas han intentado desarrollar en la zona actividades mineras a gran escala, pero han fracasado debido a los daños potenciales que sus proyectos implican para el páramo, ecosistema que además es un sumidero natural de carbono y hogar de especies únicas de plantas y animales. Los riesgos del proyecto, bajo la lupa Según la empresa, no habrá grandes acumulaciones permanentes de escombros, una gigantesca cicatriz imborrable en las montañas, una inmensa presa de lodos tóxicos, ni un uso de sustancias peligrosas para obtener el oro. Ni siquiera veremos intrincadas redes de vías serpenteando entre las cuencas de Suratá y California. Lo anterior suena bien, pero ¿es garantía de que la mina será sostenible o es una propuesta diferente sólo en apariencia? Veamos. El nuevo proyecto implica la perforación de un inmenso sistema de túneles de por lo menos 2,000 metros de largo, 900 metros de ancho y 780 metros de profundidad (poco menos de la altura del edificio más alto del mundo, que está en Dubai). Además, la mina se construirá en dos sectores —en dos cuencas y dos municipios diferentes—, unidos por dos inmensos túneles de 5,800 metros de longitud, lo cual equivale casi al tamaño de la ciudad colombiana de Bucaramanga de norte a sur. De acuerdo con la empresa, el único botadero estará ubicado cerca de la mina y los desechos serán secos, lo cual depende ampliamente de un mantenimiento adecuado de la red de drenaje y de otros factores que, tras el cierre de la mina, probablemente ni la corporación ni el Estado podrán controlar. Por otro lado, los impactos de las perforaciones, durante la operación de la mina, en la dirección y el volumen del agua subterránea son impredecibles. Si bien la empresa sostiene que llevará a cabo labores de retrollenado de los túneles, no sería posible garantizar que la calidad y cantidad del agua en el subsuelo se conserven. Aunque la mina propuesta estaría fuera de la zona del páramo de Santurbán, se encontraría muy cerca de éste. Y al ser una mina subterránea, la perforación hecha atravesará las múltiples fracturas a través de las cuales el agua, que el páramo captura de la humedad generada en alta montaña, es transportada a ríos, quebradas y suelos. Finalmente, la empresa dice que no utilizará mercurio ni cianuro para obtener el oro y los otros metales, que los venderá o exportará a otras empresas en forma de concentrados listos para ser procesados. De ese modo se evita parte del costo socioecológico de la actividad en Colombia, pero se podría trasladar éste a otros países. Tenemos que empezar a incluir este tipo de impactos externos en la economía nacional para dejar de ignorar nuestra huella ecológica como país. La responsabilidad por los daños causados fuera de nuestras fronteras por la minería que se hace en Colombia no sólo es del comprador, sino también del Estado colombiano. Daños a gran escala Por todo lo anterior, quiero hacer la siguiente reflexión: ¿Qué impacto tendrá la mina en la calidad y en la cantidad de agua subterránea de la zona? ¿Qué riesgo implica no tener un área de amortiguamiento (de los daños) para el páramo? Una mina escondida no es necesariamente una mejor mina. Lo que se haga bajo Suratá y California, en especial a gran escala, también puede hacer mucho daño a una zona más amplia, en uno de los países más biodiversos del mundo. Esconder la basura bajo la alfombra no equivale a limpiar, ni en minería ni en economía. La protección de Santurbán, y de otras fuentes de agua en América Latina, es uno de los pilares del trabajo de AIDA, el cual llevamos adelante junto con organizaciones aliadas nacionales.
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5 acciones para que los países hagan frente al cambio climático
Como individuos, sabemos sobre las pequeñas acciones que podemos llevar a cabo para reducir las emisiones que provocan el cambio climático. Pero, ¿qué pueden y deben hacer las naciones, siendo sus acciones de gran escala y fundamentales para el bienestar de los individuos? Tierra, tenemos un problema: nos estamos derritiendo. El cambio climático, que afecta al planeta entero, es consecuencia de las actividades humanas, 97% de los científicos lo confirma. Los elevados índices de emisiones de gases efecto invernadero, así como la degradación y sobreexplotación de los entornos naturales que los absorben, nos tienen en una carrera contra el tiempo. Si no logramos detener pronto el calentamiento del planeta, los cambios serán catastróficos, y pondrán en riesgo a cada vez a más ecosistemas y personas. Cada año, en las Conferencias de las Partes (COP), realizadas en el marco de las Naciones Unidas, los países se reúnen para discutir acciones a tomar para mitigar y adaptarse al cambio climático. De la COP21 nació el Acuerdo de París, primer acuerdo mundial vinculante sobre el clima. Este año, durante la COP23, los delegados de los gobiernos buscan establecer reglas que permitan la implementación adecuada de ese marco de acción global. Como individuos, sabemos cómo aportar a la reducción de las emisiones que provocan el cambio climático: ahorrar energía, reducir el uso del automóvil, desechar menos y reciclar, hacer mejores elecciones de consumo y realizar una adecuada planificación familiar. Pero, ¿qué les toca hacer a las naciones? Hablar de ello es referirnos a medidas de gran escala. Las decisiones y ambición de nuestros gobiernos son trascendentales para que los individuos tengamos una mejor opción de futuro. 1. Proteger y restaurar ecosistemas claves El respeto a la naturaleza es fundamental. Las naciones tienen en sus manos la capacidad de proteger ecosistemas claves para combatir el cambio climático: ríos, humedales, océanos, bosques y manglares absorben grandes cantidades de carbono, revirtiendo el problema. Los manglares también sirven como barrera ante las tormentas y los humedales absorben el exceso de agua de las inundaciones, ambos eventos climáticos exacerbados por el cambio climático. "Sanar el sistema natural es la opción más factible, realista y justa, pues beneficiaría a toda la humanidad y especies, dice Florencia Ortúzar, abogada del programa de Cambio Climático de AIDA. "Estamos contra el tiempo en lo que a conservación y restauración respecta, pues comienzan a observarse fenómenos alarmantes, como que los bosques están tan degradados, que están perdiendo su capacidad de absorber emisiones de CO2”. Crédito: Ciprian Boiciuc. 2. Apoyar a pequeños productores agrícolas Según la FAO, la industria cárnica es respnsable del 15 al 18% de todas las emisiones de gases de efecto invernadero, superando incluso al transporte. Además, es la fuente más importante de uso y contaminación de agua en el mundo. Hoy, 80% de la producción agrícola se destina a alimentar a los animales de la industria, y no a las personas. La expansión de terrenos para ganado y de cultivos para alimentarlo, es la causa más importante de deforestación de la Amazonía. Las naciones pueden hacer la diferencia apoyando a los pequeños productores locales, que, a diferencia de los grandes productores de carne, emplean prácticas sostenibles, se preocupan por la restauración de la tierra, benefician a comunidades cercanas, y hacen que los animales y los cultivos sean más resilientes al cambio climático. No se trata de que todos nos volvamos vegetarianos, pero sí de apoyar a quienes producen respetando la naturaleza. Crédito: Elaine Casap. 3. Promover las energías verdes Desconectar los aparatos electrónicos que no utilizamos ayuda a reducir la demanda de energía y, por tanto, la necesidad de generar más. Sin embargo, mientras los países apuestan por más desarrollo, también apuestan por más energía. Y 35% de las emisiones globales proviene de la producción de energía. Las energías termoeléctrica e hidroeléctrica han sido consideradas por años las opciones más baratas, pero el desarrollo tecnológico ha permitido encontrar mejores alternativas y abaratar sus costos. Con planes a largo plazo, las naciones pueden dejar de apostar por fuentes de energía del pasado y que agravan el cambio climático (la energía hidroeléctrica no es verde) y optar por proyectos pequeños de energía eólica, solar, geotérmica, oceánica y otros, que se adaptan a las características de cada lugar. “Al pensar en energía, conviene apostar por matrices energéticas diversificadas, priorizando proyectos cerca de los lugares donde se necesita la energía, ahorrando pérdidas e infraestructura para transmitirla. Es urgente dar prioridad absoluta a la protección de la naturaleza. Toda acción, política pública o estrategia tiene que mirarse bajo ese foco, y la producción de energía es un buen punto de inicio”, dice Ortúzar. Crédito: Efe Kurnaz. 4. Combatir los contaminantes climáticos de vida corta El gas de efecto invernadero más famoso es el CO2 (dióxido de carbono). Dado que permanece en la atmósfera por siglos e incluso milenios, aún si detuviéramos hoy todas sus fuentes de emisión, los efectos del cambio climático continuarían por la cantidad del CO2 que ya está en la atmósfera. La buena noticia, es que existen otros contaminantes que contribuyen al cambio climático y que sólo duran unos días o pocos años en la atmósfera. Se les conoce como contaminantes climáticos de vida corta (CCVC), y son responsables de un 30 y hasta un 45% de las emisiones que contribuyen al calentamiento global. Estos contaminantes son el carbono negro (hollín), el metano, el ozono y los hidrofluorocarbonos (HFC) que encontramos en los refrigerantes. Su control efectivo, a través de políticas y regulaciones por parte de los países, podría acelerar el combate al cambio climático en el corto plazo. Además, por contaminar gravemente el aire, las medidas para mitigarlos beneficiarían también a la salud humana. Crédito: Doron Derek Laor. 5. Apostar por la adaptación y no sólo por la mitigación En la lucha contra el cambio climático, el trabajo orientado a reducir emisiones, detener sus efectos y consecuencias a futuro es conocido como mitigación. Sin embargo, hay comunidades que ya viven consecuencias trágicas debido a un clima que ha cambiado mucho en poco tiempo. Actuar para prevenir catástrofes, aumentar la resiliencia y reducir la vulnerabilidad de estas personas, es apoyar la adaptación. Los proyectos para mitigar emisiones son más atractivos financieramente que los pensados para adaptación, generalmente enfocados en las comunidades más vulnerables, que viven en la pobreza. Pero es importante darle a la adaptación la importancia que merece, en reconocimiento que el cambio climático es una realidad. En la COP de este año, las naciones discuten un mecanismo de “pérdidas y daños”, referido a la compensación que deben realizar los países desarrollados —principales causantes del cambio climático— a los países en desarrollo, que sufren pérdidas importantes por efectos climáticos adversos, explica Ortúzar. Las naciones deben apoyar las discusiones y comprometerse en el uso efectivo de los recursos, para mitigación y adaptación por igual. Crédito: Peter Hershey.
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Seminario virtual "Prohibiendo el fracking: un avance posible para evitar sus daños"
Paralelamente a la expansión del fracking a nivel mundial, cada vez más gobiernos nacionales y subnacionales, preocupados y conscientes de los graves daños que la técnica implica para el ambiente y la salud humana, la han prohibido o han declarado la moratoria del fracking en tanto no se garantice que evitar sus impactos será posible. La participación de la sociedad civil organizada, informando y presionando a legisladores y tomadores de decisión, ha sido imprescindible para lograr y mantener estos avances importantes en la reglamentación de una actividad con riesgos irreversibles. ¡Conoce más sobre las prohibiciones al fracking! Grabación Presentaciones
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Honrando la conexión de los pueblos indígenas con el río San Pedro Mezquital
Las montañas de la Sierra Madre Occidental, en el noroeste de México, se elevan como gigantes desde los humedales costeros del Golfo de California hasta el Altiplano Central del país. En estas tierras aisladas, comunidades indígenas han encontrado por mucho tiempo refugio y el espacio sagrado para mantener su cultura y su forma de vida. El ultimo río que corre libre en la región corta suavemente estas montañas, tallando valles fértiles, llevando agua y vida a los humedales de Marismas Nacionales. Los pueblos Náyeri y Wixárika veneran al río San Pedro Mezquital, que trae vida a sus tierras y a muchos de sus sitios sagrados, esparcidos a lo largo de su curso sinuoso. A pesar de su importancia, el río —y con él los derechos de más de 15,000 indígenas— está en riesgo debido al proyecto hidroeléctrico Las Cruces. El embalse de la represa inundaría 14 de sus sitios sagrados ceremoniales y amenaza su cultura y forma de vida. En mayo, tuve el honor de caminar al lado de los Náyeri y Wixárika, y de participar de una ceremonia conjunta destinada a mostrar su compromiso con la defensa de sus derechos ante el megaproyecto impulsado por el gobierno. Es un compromiso que fue reafirmado recientemente, cuando representantes de esos pueblos indígenas expusieron su caso ante la Relatora Especial de las Naciones Unidas sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas. Las imágenes que capturé del peregrinaje son un testimonio de la belleza y de la fuerza de los pueblos indígenas que habitan la Sierra Madre Occidental. Dejamos la ciudad de Rosamorada en Nayarit para peregrinar hacia Keiyatsita, un sitio ceremonial sagrado en las márgenes del río San Pedro Mezquital. Caminamos en una sola fila, serpenteando entre las montañas, y luego bajamos a la orilla del río. Cuando llegamos al caudal, hicimos un ritual en el que nos marcaron con ceniza y harina de maíz criollo para que estar protegidos durante el viaje. Caminar junto a tantas personas indígenas, de todas las edades —padres y madres, niños, niñas, ancianos y ancianas— fue una experiencia enriquecedora e inspiradora. Esta peregrinación en particular fue histórica, porque hizo de dos comunidades diferentes —los Náyeria y los Wixárika— una sola, para honrar los espacios sagrados que comparten. En una declaración conjunta, escribieron que, más allá de las razones espirituales para la ceremonia, ellos se unieron para: “unificar las fuerzas contra el proyecto hidroeléctrico 'Las Cruces' de igual forma para demostrarle al estado mexicano que no estamos solos y que no estamos aislados… Ambos pueblos originarios después de esta ceremonia histórica fortaleceremos más nuestra lucha y defensa en contra del proyecto hidroeléctrico antes mencionado desde el ámbito cultural, espiritual, política y jurídica, así mismo consolidaremos nuestros lazos con otros pueblos indígenas de México y del mundo”. Caminaron para honrar al río, para cuidar de la madre Tierra y para demostrar su compromiso con la protección de sus sitios sagrados. Los dos grupos indígenas se ven a sí mismos como guardianes de esos espacios, sitios como Keiyatsita que les brinda conocimiento y sabiduría para proteger a la Tierra. Estos sitios son vitales no sólo para su memoria histórica, sino también para su cultura e identidad. La ceremonia sagrada en Keiyatsita comenzó por la tarde. Hubo canciones, rezos y bailes con lo que ellos expresaron su devoción a Tatei Niwetsika o Madre Maíz, la diosa nativa del maíz, en sus cinco colores: amarillo, azul, rosa, blanco y rojo. A mitad de la noche, los animales que caminaron con nosotros en medio de las montañas, fueron ofrecidos a los dioses en las aguas del río. Los rezos, las canciones y la ceremonia duraron toda la noche. Estos sitios sagrados a lo largo del río San Pedro Mezquital son espacios vivos y parte de lo que hace a México tan rico. Son el reflejo de las culturas y tradiciones indígenas que continúan muy vivas en las montañas de la Sierra Madre Occidental. Son lugares que, por su importancia cultural y espiritual, deben ser honrados y protegidos como parte de nuestro patrimonio internacional. Los pueblos indígenas son los mayores guardianes de nuestro planeta. Y ahora, les hacemos un nuevo llamado para proteger este único y preciado lugar: el último río que fluye libre en el noroeste de México y las tierras que recorre, desde las cimas de Durango hasta los manglares de Nayarit, que tiene su salida al mar del Golfo de California. Representantes de las comunidades indígenas de Nayarit se presentaron ante Victoria Tauli-Corpuz, la Relatora Especial de las Naciones Unidas sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas, y expresaron su oposición a la hidroeléctrica que amenaza su territorio y su modo de vida. Explicaron que no han dado ni darán su consentimiento para un proyecto que destruiría sus sitios sagrados y al río que les da vida. ¡Conoce más de la lucha para proteger al río San Pedro Mezquital
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A un mes del #19S, sigamos despiertos y en cadena humana
Llevo poco más de 13 años viviendo en la Ciudad de México. Y nunca como desde el pasado 19 de septiembre me había sentido tan orgullosa y feliz de vivir aquí. Hoy, por encima de las lágrimas, el miedo y la angustia, me quedo con la solidaridad, el amor y otras muestras de una ciudadanía despierta que resuelve problemas y actúa unida. Con todo, durante estas semanas, ha permanecido ese ánimo de ser ciudadanos, de ayudar y de compartir. Sintiendo felicidad y orgullosos de hacerlo, y en general sin dar publicidad de las buenas acciones. Eso es justamente lo que espero que podamos rescatar y mantener. En lugar de volver a ser habitantes anónimos y desconectados en esta monstruosa ciudad, habitantes temerosos de lo desconocido, de las sombras y de los otros. Convendría reinventarnos para ser y ejercer nuestra ciudadanía: ser habitantes involucrados y activos. Es lo mínimo que podemos hacer para honrar a las personas que fallecieron y que perdieron sus casas y formas de vida. Solo así habría valido la pena todo el dolor. Hace un mes, después del temblor de las 13:14, la Ciudad de México fue otra. Sus habitantes salimos a las calles a ayudar. Lo hicimos según nuestras propias posibilidades. Fue impresionante cómo pusimos nuestras profesiones, oficios y pasatiempos al servicio de los demás: medicina, ingeniería, arquitectura, cocina, albañilería, carpintería, psicología, terapia, abogacía, educación, comunicaciones, actuación, arte. Todo fue útil de una y mil maneras. El rol de vecinos y negocios fue esencial. Una gran cantidad de restaurantes y cafés ofrecieron bebidas, comida y hasta los sagrados servicios sanitarios a quien lo necesitara. Se abrieron también a la gente redes de internet y conexiones eléctricas para la carga de celulares. A ello se sumó la labor de miles de personas en sitios derrumbados, y centros de acopio y distribución de ayuda. Vimos una ciudad incansable, real, viva, despierta, conectada y solidaria. Me pregunto entonces si mantener esas prácticas generosas haría que la calidad de vida en la ciudad mejore. Podríamos salir de la vergonzosa lista de las tres peores ciudades para vivir en América Latina, publicada por The Economist. Pero aún más importante: viviríamos más seguros, tranquilos y felices. Si abordáramos los problemas de la ciudad de la forma en que actuamos durante las horas y días posteriores al sismo, muchas cosas serían diferentes. Por ejemplo, ante la corrupción, si en lugar de solo quejarnos, hiciéramos una cadena humana para denunciarla, buscar las soluciones y en efecto implementarlas, ¿te imaginas la diferencia? Si ante la contaminación ambiental, conociéramos mejor las causas y las soluciones y exigiéramos acciones efectivas al gobierno y a los responsables del daño. Si ante las irregularidades en el desarrollo urbano, evidenciadas por el sismo, hiciéramos y apoyáramos una vigilancia ciudadana para asegurar que se den seguimiento a las quejas y se cumplan códigos y normas. Si ante la inequidad, formaríamos otra cadena humana para una distribución equilibrada de los recursos allá donde se requiere. Ya vimos que se puede, ya vimos que todos podemos dar un poco más de lo que en general damos. Vimos que cuando hay confianza y encontramos el tiempo de buscar cómo y a quién ayudar, la mayor recompensa en con nosotros mismos. Así que hoy, a un mes del sismo, te invito a seguir siendo cadena humana, por nuestra ciudad, por nuestro país, por la región y por el planeta. Porque al ser protagonistas y encontrar soluciones, en lugar de ser víctimas y permanecer en la zona de quejas, podemos hacer una diferencia. Vimos que el gobierno no alcanza y que en nuestras manos está demostrarnos que podemos hacer más. De mi lado y desde mi trinchera, en AIDA, una organización regional no gubernamental, continuaré trabajando como abogada ambientalista. Con el compromiso adicional de seguir conectada con mis vecinos y comunidad para contribuir a la reconstrucción de la ciudad. Y tú, ¿qué cadena humana formaste el día del sismo y cuál quieres formar o fortalecer ahora?
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Recurriendo a la justicia para evitar los daños del fracking
El fracking se está expandiendo con rapidez en América Latina. Si dejamos que se desarrolle a ciegas, podría causar daños irreparables no solo al ambiente, sino también a la salud de las personas. Para Claudia Velarde, abogada ambientalista boliviana, la Madre Tierra y las personas no deben ser entendidas como seres diferentes o aislados. “Las actividades que afecten la conservación de la naturaleza, necesariamente van a tener una repercusión en nuestra vida”. Esa firme creencia la llevó a unirse al equipo de abogados de AIDA a comienzos de este año, y a ser parte de los esfuerzos para proteger el ambiente de actividades extractivas tan dañinas como el fracking y la minería a gran escala. Desde el Programa de Agua Dulce, Claudia ayuda a coordinar el trabajo de la Alianza Latinoamericana Frente al Fracking, una coalición de organizaciones que promueve el debate público, la concientización y la educación entre grupos de la sociedad civil, y que apoya esfuerzos de resistencia de comunidades en toda la región frente al avance del fracking. Riesgos confirmados La extracción de gas y petróleo mediante la fracturación hidráulica o fracking podría tener “un efecto nefasto” en la calidad y la disponibilidad de agua potable. Así lo concluyó el estudio más completo realizado hasta la fecha en Estados Unidos por la Agencia de Protección Ambiental del país pionero en el uso de esa técnica. Según el estudio, los impactos se deben a que en los pozos de fracking se utilizan grandes cantidades de agua, la cual es inyectada en el subsuelo junto con altas concentraciones de químicos para fracturar rocas que llevan hidrocarburos dentro. Esos fluidos pueden contaminar yacimientos subterráneos de agua. Además, las estructuras de salida de los pozos no son lo suficientemente sólidas como para evitar la contaminación. Al dañar fuentes de agua, el fracking también afecta la vida de personas, animales, plantas y ecosistemas enteros que dependen de ese recurso. Cerca de la Laguna de Llancanelo, una de las más importantes del norte argentino, se busca desarrollar actividades de fracking. Ignorando el peligro “La dependencia a los combustibles fósiles nos está llevando a una crisis ambiental y climática sin precedentes”, afirma Claudia. “El fracking tiene graves impactos por lo que es importante que la población tenga la información real y completa sobre las políticas y los procedimientos relacionados con esta técnica”. Uno de esos procedimientos es la evaluación adecuada de los posibles daños ambientales y la identificación de medidas para mitigarlos, paso previo a la autorización de cualquier operación de fractura hidráulica. Sin embargo, gobiernos en la región no están haciendo respetar ese requisito. En Mendoza, una de las principales ciudades de Argentina, la autoridad ambiental dio el permiso para que la empresa Petrolera El Trebol S.A. explore y explote cuatro pozos petroleros del modo convencional, es decir, sin usar fracking. El procedimiento para otorgar el permiso sí incluyó una Evaluación de Impacto Ambiental. Sin embargo, meses después, la empresa decidió cambiar su forma de trabajo por la técnica de fracturación hidráulica. Y mediante un proceso abreviado, el gobierno autorizó el cambio sin exigir un nuevo estudio de los posibles daños ambientales de la actividad, a ser desarrollada cerca de la Laguna de Llancanelo, humedal de importancia internacional. Ante ello, la Fundación Ambiente y Recursos Naturales (FARN) de Argentina, recurrió a la justicia y presentó un amparo para invalidar las autorizaciones emitidas por el gobierno. Entre sus argumentos está que además de vulnerar la obligación de presentar y requerir una Evaluación de Impacto Ambiental, el gobierno tampoco respetó el derecho a la consulta previa e informada de las comunidades que podrían verse afectadas por la operación de fracking en Mendoza. “Acudimos a la justicia para que le pongan un freno a este atropello y la sociedad tenga la oportunidad de discutir, con información, si quiere o no este tipo de actividades que dañan el ambiente irremediablemente”, dice Santiago Cané, Asistente de Participación de FARN. “En caso de aceptar el fracking, éste deberá hacerse teniendo los cuidados necesarios, regulación específica y las medidas suficientes para evitar daños o mitigarlos”. AIDA apoyará el trabajo legal de FARN con argumentos de derecho internacional. El más importante se basa en el principio de precaución, que debe ser aplicado ante la existencia de peligro o riesgo de daños graves al ambiente y la salud humana, y la incertidumbre sobre los mismos. “Dado que no existe un estudio con la información técnica suficiente sobre los posibles daños del fracking, debe aplicarse este principio para la adopción de medidas que eviten la consolidación de dichos impactos en este y otros casos”, explica Claudia. Pese a la evidencia científica sobre las consecuencias nefastas del fracking, el uso de la técnica se está expandiendo en América Latina. Ante esa tendencia y junto con nuestros aliados, en AIDA seguiremos trabajando para encontrar, mediante el uso de la ley, soluciones locales que repercutan en toda la región.
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